Fondos Buitres: Que se arreglen los que vengan

martes, 20 de abril de 2010

Por Alcadio Oña


En el Gobierno, la consigna es patear la pelota para adelante. Si Thomas Griesa, el juez de Nueva York, sigue trabando embargos sobre las reservas del Banco Central irán otra vez a la Cámara de Apelaciones de Estados Unidos y si allí el resultado es adverso, escalarán a la Corte.


Dirimir los casos con los fondos buitre o los bonistas que pleitean contra la Argentina llevará bastante tiempo. Y, así, la consigna K deriva en un "que se arreglen los que vengan".

Pero en el mientras tanto el riesgo es que pagos con las reservas del Central puedan quedar atrapados por los fallos de Griesa. Es una eventualidad que los funcionarios temen.

Desde el canje de 2005, los especialistas de las áreas financieras oficiales y los abogados de la Argentina se han entrenado en sortear obstáculos así, aun cuando no siempre la jugada les haya salido bien. Dicho de otra manera: eludirán Nueva York y usarán otros caminos para saldar las deudas.

Uno se empleó estos días: pagar aquí mismo. Pero cuando se trata de mucho dinero y de acreedores internacionales, una vía es liquidar las operaciones a través del Banco de Pagos de Basilea, adonde el Central tiene colocadas las reservas. O por Euroclear, un sistema seguro, a resguardo de trabas, que conecta con los grandes centros financieros de Europa.

De hecho, ya es magro el monto de los activos que se mantienen en la Reserva Federal de Nueva York. Solo hay lo necesario para movimientos diarios imprescindibles, y al final de la jornada la cuenta del BCRA queda casi en cero. Así de grande es el miedo a los embargos.

Algunas veces, el Central ha logrado articular acuerdos con Griesa para preservar estas operaciones. Y hasta con los propios fondos litigantes, que una vez bloqueada la plata de una demanda liberan el resto. Claro que ahora nada asegura que se vayan a mantener esas garantías.

Después del último embargo, sobre 105 millones de dólares, Mercedes Marcó del Pont reflotó la estrategia de comprar euros en el mercado cambiario. Es una forma de saltear transacciones en dólares y, consecuentemente, de no operar con la Fed de Nueva York.

Este método simple ya deja a la vista los trastornos que provocan las sentencias del juez norteamericano. Y la última fue particularmente dura.

Griesa dedicó mucho trabajo e inusuales 70 páginas a fundamentar su fallo. Escribió sobre los cambios sucesivos en las normas y las autoridades del Banco Central, los decretos de necesidad y urgencia, el uso de las reservas como una política deliberada, las maniobras "fraudulentas". Y todo para sostener la teoría del alter ego, o sea que el BCRA es un apéndice del Gobierno y decidir, en consecuencia, que las reservas son embargables.

Obviamente, la apuesta de los fondos buitre y de quienes no lo son es que la Cámara acepte alguno de esos argumentos y considere que se está vulnerando la Ley Federal, que le da un estatus jurídico especial a los activos de los bancos centrales. En el Gobierno siguen confiando en que esto sea, al fin, problema de los que vengan.

Salvo en Nueva York o Alemania, la mayoría de los analistas piensa que nada de todo eso pone en jaque al canje. Pero el apuro por lanzar la operación revela el temor a nuevos cimbronazos, aquí o en el exterior.

Y también la necesidad de salir al mercado de crédito lo más pronto posible. Antes de que cualquier contingencia pueda forzar al Gobierno a pagar tasas de interés mayores a las ya considerables que, en el mejor de los casos, igual deberá afrontar.

El viernes mismo hubo una explicación a la premura oficial. La SEC, el organismo regulador de EE.UU., acusó de fraude al banco Goldman Sachs y los bonos se vinieron abajo.

Existe otra. El Gobierno necesita tomar en el mercado 1.000 millones de dólares, para cubrir los 700 millones que este año le costará el canje. Y la orden de Néstor Kirchner es pagar menos del 10 %: posible, aunque casi duplique a las tasas que consiguen otros países de la región.

Parte de esto es el "volvimos al mundo" que pregonan desde la Casa Rosada.

Devenido en fervoroso militante K, Amado Boudou dice que con el canje "queremos terminar con la vergüenza del 2001". Si efectivamente aquello fue una vergüenza, está claro también que el Gobierno convivió siete años con esa vergüenza. Boudou no anda con vueltas: siempre va derechito hacia lo que le piden.

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