Bastaría que alguno de los pesos pesados del PJ decidiesen unirse a lo propuesto por Solá para hacerle trizas los sueños a Kirchner

miércoles, 28 de abril de 2010

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde


Forjar una estrategia con base en supuestos implícitos tiene sentido sólo si éstos resultan probables. De lo contrario lo que se hace corre el riesgo de parecerse mucho a la ciencia ficción.


Néstor Kirchner y, junto a él, sus escuderos, consejeros a sueldo, encuestadores adictos y quienes forman, en general, su circuito áulico, han lanzado a rodar la idea de que el santacruceño puede volver a sentarse en el sillón de Rivadavia, a fines del 2011, si obtuviese el 40 % de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se substanciarán en octubre de ese año y si, al mismo tiempo, ninguno de sus contrincantes —que marcharían separados a las urnas— precisamente por esa dispersión, alcanzase el 30% de los sufragios.

Como ejercicio analítico vale la pena considerarlo, a condición de saber que parte —al menos— de tres supuestos implícitos cuya factibilidad resulta harto dudosa. Claro es que si el jefe del Frente para la Victoria recibe el 40 % estará en una posición inmejorable a los efectos de retornar con bombos y platillos a la Casa Rosada.

Pero en ninguna encuesta seria roza siquiera ese porcentaje. Es mas, ni por asomo llega al 30%. Suponer, aparte, que el kirchnerismo podría recibir algo así como 4 de cada 10 votos, importa, en los cálculos oficialistas, que ni el panradicalismo, ni el peronismo disidente ni tampoco el PRO, alcanzarían la meta del 30%.

¿Qué los lleva a creer que el justicialismo, que le dio la espalda en junio del 2009, y el PRO harán una elección tan mala, en comparación con la suya, o que una formula Julio Cobos – Ricardo Alfonsín,
por ejemplo, estaría por debajo del 30 %?
En tren de especular se puede pensar en una serie de escenarios probables, digna de ser tomada en cuenta o, inversamente, se pueden recrear fantasías propias de Macondo. De momento lo del santacruceño esta más cerca de García Márquez que de algo medianamente razonable. ¿Por qué? Por distintas razones que es del caso comentar con algún detenimiento.

Cabría imaginar que si resultase vencedor en unas internas a las que se prestasen todos sus eventuales adversarios dentro del PJ, Kirchner podría meterse en la segunda vuelta. Dicho de manera distinta: si hubiese internas —que no es seguro— y aceptasen allanarse a las reglas de juego K desde Eduardo Duhalde a Carlos Reutemann y desde Francisco de Narváez a Felipe Solá —lo que tampoco es seguro— el político patagónico se aseguraría, en caso de ganar, que ninguno de los vencidos pudiese presentarse a la elección general.

Ello lo dejaría con una porción nada desdeñable del voto peronista y a tiro de cualquiera de los otros dos contendientes no justicialistas, Julio Cobos y Mauricio Macri.

Aún en el supuesto de que todo lo dicho fuese cierto, nada hace prever que Néstor Kirchner, representando al PJ, orillaría el 40 % de los sufragios. Una cosa sería salir primero o segundo con un porcentaje de entre el 25 % y 30 % y otra, muy distinta, ganar con el 40 %.

El segundo dato clave es que, difícilmente, a la hora de aceptar las condiciones impuestas por el oficialismo para dirimir supremacías en la interna, los opugnadores de Kirchner no se rebelen.

Por ahora sólo Felipe Solá dice, voz en cuello, cuanto los demás piensan pero no lo sostienen en público: que el kirchnerismo no ofrece garantía alguna de comicios limpios. Se entiende que hoy tanto Duhalde como De Narváez, cuando faltan quince meses para las internas, repitan de manera monocorde que darán pelea dentro del PJ.

Lo que resultaría impensable es que se suicidasen dividiendo sus fuerzas y creyendo que las organizaciones K se comportarán como carmelitas descalzas a la hora de determinar quién encabezará la formula peronista en octubre del 2011.

Bastaría, pues, que alguno de los pesos pesados de ese movimiento —léase Reutemann o Duhalde— decidiesen lo mismo que ha propuesto Solá hace pocos días —que el PJ disidente haga sus propias internas y elija a sus candidatos sin prestarse a la trampa que les está tendiendo el marido de la presidente— para que el sueño del 40 % se hiciese definitivamente trizas.

Sencillamente porque en semejante escenario el peronismo se dividiría y resultaría un dislate pensar que Néstor Kirchner, en esa fractura, podría llevarse arriba del 80 % o un porcentaje mayor de votos.

El tercer dato de significación está relacionado no tanto con la intención de voto kirchnerista como con el rechazo que suscita su figura y la de su mujer en un segmento de casi el 70 % de los argentinos encuestados. Es tal la inquina que existe en ese espacio que nadie podría descartar el así llamado voto útil. Un simple ejemplo ayudará a entender mejor lo expresado.

Tanto en la primera como en la segunda vuelta el 70 % de los votantes que jura y perjura que no votaría al santacruceño pensará dos veces antes de apoyar a un candidato presidencial sin chances reales que, seguramente, le restaría posibilidades a otro u otros competidores directos del oficialismo.

Por donde se mire el tema la conclusión a la que se llega es siempre la misma, cuando menos faltando año y medio para elegir al próximo presidente: 1) en una segunda vuelta Néstor Kirchner perdería con cualquier contendiente; 2) el santacruceño, salvo un milagro, no podría ganar nunca la primera vuelta con el 40 % de los votos, y 3) lo dicho no invalida que pueda, eventualmente, tener un lugar en el ballotage.

Todo parece indicar que, como en tantas otras cuestiones, desde la Quinta de Olivos se ha inflado un globo —engordado por encuestadores de la casa— para galvanizar a la tropa y poner freno a toda tentación centrífuga dentro del PJ.

Por supuesto cabe una explicación diferente: que Kirchner crea, sinceramente, que el fenomenal aumento del gasto público producirá, de aquí a las elecciones, un crecimiento sin efectos inflacionarios colaterales. Hasta la próxima semana.

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