Por Gustavo Eduardo Ick
Las palabras del presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, durante un encuentro de productores de esa entidad en la ciudad de Rosario, grafican con claridad una de las tantas contradicciones del Gobierno nacional.
La metáfora destila ironía y apunta indirectamente a Néstor Kirchner, a quien le atribuyen el manejo del poder tras bambalinas, aún cuando su esposa, la Presidenta de “todos y todas”, se empeñe en mostrar en cuanta aparición pública pueda, que es quien tiene la sartén por el mango.
No es casual que el veterano dirigente rural haya elegido esa frase, pues el “empleado del mes” es una distinción que otorga una conocida cadena norteamericana de hamburguesas –fiel exponente del capitalismo al que por cuestiones ideológicas los K combatirían- a sus trabajadores más abnegados, reconocimiento que incluye la colocación ante el público de una especie de cuadro de honor con el nombre y la fotografía del empleado que mejor hizo su tarea.
El nudo de la cuestión está en que el matrimonio gobernante autodenominado progresista, busca pagar a cualquier precio una deuda con los acreedores externos, parte de la cual es considerada ilegítima por cuanto fue contraída en los años de plomo de la dictadura.
Una nueva contradicción del Gobierno nacional: mientras con buen tino hizo de la investigación y sanción de los crímenes de lesa humanidad ocurridos durante la dictadura militar una bandera; por otro lado, se empecina en pagar una deuda que contrajeron los sucesivos gobiernos de facto sin siquiera preguntarse cuál es el origen de ese compromiso con los acreedores externos y si corresponde o no ser asumido por el Estado.
Aunque las palabras de Buzzi están teñidas de demagogia y, más acá o más allá, buscan llevar agua para su propio molino en la puja con el Gobierno desde el voto “no positivo” de Julio Cobos por la polémica resolución 125, no dejan de ser una muestra de otra más de las objetables determinaciones que toma el Gobierno nacional encarnado en la Primera Dama.
¿Es real la urgencia para que se apuren los tiempos? Cae de maduro que las deudas deben saldarse, pero esta verdad ¿es argumento para que el Gobierno nacional acorte caminos y siga sacrificando la ya deteriorada y reiteradamente violada institucionalidad en su afán de pagar a los acreedores?
El argumento es endeble para que se apele a las reservas del Banco Central, que son reservas de todos los argentinos y no del gobierno o del matrimonio Kirchner, para que se judicialice la cuestión y se busque a cualquier precio la liberación de los fondos, sin que la decisión haya sido consensuada o al menos debatida con prudencia en el Congreso.
Llama la atención el ciego interés que manifiesta el Gobierno por disponer de ese dinero para pagar a los acreedores. Sobre todo cuando se mira la deuda externa ignorándose las grandes deudas internas que el Ejecutivo nacional tiene en materia de pobreza, transparencia en la gestión, inflación, desempleo, la inseguridad, sin olvidar el creciente clima de conflictividad permanente del que viene advirtiendo desde hace tiempo la Iglesia.
Ya lo expresó el Episcopado argentino a través de un documento en el que señaló la “crispación social” que atraviesa como una filosa daga a los distintos sectores de la sociedad. Más recientemente, el cardenal Jorge Bergoglio, durante la celebración de la misa crismal en la Catedral Metropolitana, volvió a alertar sobre el particular momento que vive el país, y en un claro mensaje a la dirigencia política afirmó: “Nuestro pueblo fiel está cansado de un mundo que agrede, que enfrenta a hermanos contra hermanos, que destruye y calumnia”.
Nada hace presuponer que los Kirchner y su tropa prestarán atención al pedido de la Iglesia, y que, de un día para el otro, se decidan a respetar la institucionalidad, a buscar el consenso para evitar el conflicto.
Por el contrario, pareciera que el Gobierno redoblará la apuesta, jugará a todo o nada, y si no encuentra enemigos como la oposición, el campo, la Iglesia, e incluso los empresarios a los que culpa de ser los causantes de la inflación, se encargará de fabricarlos como lo ha hecho con singular éxito en los últimos dos años.
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