Los Kirchner, su rigidez fundamentalista más castrense que política

sábado, 17 de abril de 2010

Por Alfredo Leuco


Luz de alerta: la multiplicación de insultos, ataques y amenazas dejaron de ser repugnantes instrumentos coercitivos y se han convertido en peligrosas turbulencias institucionales. Para muestra, algunos botones:


1) El oficialismo, en su actitud destituyente, intenta hacerle juicio político a Julio Cobos después de que la mismísima Presidenta lo descalificara como el crupier de un casino que no respeta la Constitución. En su momento, suspendió su visita oficial a China con la excusa infantil que era riesgoso dejar el Gobierno en manos de su vice. Esta semana, Cristina pidió disculpas a Hu Jintao y reparó semejante despropósito.

2) Como parte del mismo objetivo, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, acusó a Cobos de ser el jefe de una banda que publicó una solicitada fascista y pronosticó que ni Dios le va a sacar la mochila de traidor que llevará de por vida.

3) En respuesta a estas declaraciones, los senadores radicales propusieron que el Parlamento remueva de su cargo a Aníbal Fernández, con una moción de censura que está prevista en la Constitución.

4) El senador Ernesto Sanz, presidente de la UCR, fue un poco más allá y por radio dijo que la Presidenta “es la ejecutora número uno de un programa sistemático, permanente y habitual para devaluar, desacreditar y desprestigiar la figura de Cobos, al que han convertido en el puchinbol del Gobierno. Quieren librarse de él porque ahora no pueden manejar al Congreso a voluntad como hicieron en los últimos años”.

5) A 27 años de recuperada la democracia, una senadora kirchnerista hasta los huesos como Adriana Bortolozzi, atornillada a su banca para dar quórum en contra de la decisión de su bloque, dijo que tenía miedo.

Traidor. Miedo. Dos palabras que están teniendo demasiado protagonismo, pese a que son inservibles para construir una democracia más plural e igualitaria. El temor a la agresión es el principal motivo de autocensura y falta de participación. ¿Qué provocó el susto de Bortolozzi? ¿Ser enviada a la siberia a la que Néstor Kirchner acostumbra mandar a los que tienen la osadía de manifestar la mínima disidencia? Llamados telefónicos y pintadas cobardes la acusaron de ser “traidora a Formosa”.

Se expande el miedo porque acusar al otro de traidor es el paso previo a la violencia física. ¿Qué otra cosa se puede hacer con quien se pasa al bando del enemigo golpista y traiciona la idea de patria que el Gobierno tiene de sí mismo? He ahí la luz de alerta. En la mentalidad del fanático no hay espacio para los matices, sólo amigos o enemigos.

Néstor Kirchner suele llamar “tibios” a muchos políticos y periodistas que no terminan de alinearse con verticalismo, subordinación y valor. Esa rigidez fundamentalista, más castrense que política, lleva a que figuras respetadas del progresismo y los derechos humanos sean agraviadas por “hacerle el juego a la derecha gorila” al no estar en la trinchera del kirchnerismo.

La diputada Victoria Donda (hija de desaparecidos y nacida en cautiverio) lo sufrió en carne propia en la movilización del 24 de marzo. Desde las columnas oficialistas, un fascista de izquierda le dijo que si sus padres se levantaran de la tumba le reprocharían su actual posición crítica hacia el Gobierno. Testigos cuentan que tuvieron que parar a Jorge Ceballos, su compañero del Movimiento Libres del Sur, que se quería comer crudo al agresor.

La ofensiva del kirchnerismo no tiene estómago ideológico para recuperar terreno y mejorar sus perspectivas electorales. Es capaz de ofrecer todos sus recursos para intentar seducir al diputado Eduardo Macaluse, por un lado, y por el otro, apelar a la vieja metodología siniestra de Raúl Othacehé en Merlo para perseguir al concejal Horacio Cepeda.

El pragmatismo de sumar de todos lados y buscar chivos expiatorios volvió a colocar en el paredón de fusilamiento pingüino a Alberto Fernández, que encabeza el ranking de los traidores, junto a Julio Cobos.

Néstor y Cristina fueron instalando de a poco la idea de que ellos son los dueños de todos los aciertos, los padres de las victorias y que Alberto es el responsable de todos los errores.

Ya lo señalaron en dos peleas clave: con Clarín y con el campo, por la 125. Pero ahora planifican tirarle el fardo en otro caso mucho más grave porque lo puede obligar a recorrer los Tribunales: el rol de Héctor Capaccioli, Sebastián Gramajo y Hernán Diez como recaudadores de la campaña de Cristina Fernández de Kirchner y su relación con la mafia y el Yabrán de los medicamentos.

Estos tres dirigentes serán llamados a declaración indagatoria en una causa sembrada de escuchas telefónicas muy reveladoras, sobre un sistema donde se mezclan los dineros negros de la política, el lavado, el narcotráfico, los medicamentos adulterados y hasta un triple crimen.

En la cima del Frente para la Victoria preparan papeles para argumentar que Alberto Fernández no podía estar ajeno a la forma de recibir los aportes de campaña que tenían sus hombres y que ese mecanismo ya se venía aplicando para recolectar fondos, incluso durante la campaña de Eduado Duhalde de la que Alberto fue tesorero.

¿Llegarán a tanto? ¿Seguirá Aníbal Fernández prendiendo el ventilador contra su ex amigo Alberto, al que acusó de haber comprado terrenos a precio vil en El Calafate como hicieron los Kirchner?

Sería muy delicado y peligroso para ambos y para el matrimonio presidencial. Sería una especie de Guerra de los Roses, donde todos quedan fuera de combate y el contexto, destruido. Muy lejos no están. Su vieja amiga Cristina no le dirije la palabra a Alberto.

Sobre el gigantesco costo político que el Gobierno pagó en su pelea contra los productores agropecuarios, Guillermo Moreno no tiene dudas: “Ahora me doy cuenta de quién se mandó la cagada: Alberto”.

En la TV, mientras Julio Piumatto arremetía como un cruzado contra Clarín y lo acusaba de todos los males, le pregunté por qué hace apenas un par de años eran íntimos amigos del Gobierno. La propia Presidenta confesó que nadie cenó tanto en Olivos con ellos como Héctor Magnetto. ¿Qué respondió Piumatto? La culpa fue de Alberto.

Como si Néstor y Cristina fueran dos corderitos patagónicos llevados de la nariz por el ex jefe de Gabinete. El propio Kirchner dijo en su momento, con una vaga autocrítica, que él no se había atrevido a dar la pelea con Clarín como sí se animó Cristina porque Alberto siempre decía que no era el momento adecuado.

Cobos, Alberto Fernández, la senadora Bortolozzi, la diputada Donda o el concejal Cepeda simpatizan o simpatizaron con el proyecto original propuesto por los Kirchner. El Gobierno ahora no los puede acusar ni tratar como enemigos. Salvo que apueste a la irracionalidad del aislamiento total y la tolerancia cero.

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