El gusto de la oposición serviría, por ahora, para templar el ánimo político de cara a las batallas que vendrán

miércoles, 14 de abril de 2010

Por Eduardo van der Kooy

La oposición, después de una acumulación de frustraciones, pudo ayer sacarse el gusto en Diputados. Conformó el quórum indispensable (arrancó la sesión con 129 legisladores) y avanzó en la derogación del DNU de Cristina Fernández, con el cual había inaugurado en marzo el período de sesiones ordinarias. Esa herramienta le permitió apropiarse de reservas del Banco Central para abonar vencimientos externos.


El gusto de la oposición serviría, por ahora, para templar el ánimo político de cara a las batallas que vendrán, aunque al DNU derogado le quedaría todavía un largo camino por recorrer antes de que pueda ser considerado, de verdad, en estado de extinción.



El kirchnerismo, por lo pronto, dejó sentado que no convalidará la votación de ayer, que se perfilaba por mayoría simple y no con los dos tercios. El oficialismo no tendría razón con esa postura porque el tratamiento del DNU se hizo dentro de los plazos reglamentarios y no sobre tablas. Pero importa poco que no le asista aquella razón: en inferioridad, el kirchnerismo se ha mostrado astuto, hasta ahora, para enredar el funcionamiento del Congreso. Tanto en Diputados como en el Senado. Agustín Rossi, el jefe del bloque oficialista, ya anunció que apelarán la votación ante la Justicia.

Pero, al menos en la oposición, ciertas cosas descompuestas volvieron a recobrar alguna normalidad. No hubo inexplicables llegadas tarde, como la semana anterior, ni vacilaciones de un grupo de diputados que, entre la oposición y el oficialismo, se deslizan sobre una línea delgada.

Pino Solanas estuvo con los hombres de su arco político, excepto Martín Sabatella. El ex intendente de Morón funciona, cada vez más, en sintonía con el oficialismo. En cambio, Claudio Lozano, despachó un discurso virulento contra el kirchnerismo por la utilización de las reservas del Central para el pago de deudas externas. Tampoco la peronista disidente, Graciela Camaño, apareció sola. Juan José Alvarez, esta vez, decidió acompañarla.

El gesto opositor se produjo, además, en un tiempo que Cristina y Néstor Kirchner estaban dispuestos a aprovechar políticamente sin escollos. La Presidenta tuvo al final, anoche, algo más que las repetidas fotos con Barack Obama. Habló con él en una cita a solas que disfrutaron -en ocasiones anteriores- varios de los principales mandatarios de América latina.

En los próximos días, el Gobierno tiene ideado lanzar la oferta de su nuevo canje de la deuda, que viene provocando alboroto en los mercados internacionales. El mundo económico y financiero fue anoticiado por la oposición que la legalidad de una buena parte de ese dinero a ser utilizado, está siendo colocado en tela de juicio.

De ese viaje de Cristina a Estados Unidos, surgieron también nuevas evidencias de cómo el kirchnerismo manipula el funcionamiento del Congreso. O, mejor dicho, su no funcionamiento. ¿Cuáles fueron aquellas evidencias? La presencia en la delegación presidencial de la senadora por Santiago del Estero del FPV, Ana María Corradi. Esa mujer nunca se habría subido al avión si los Kirchner hubieran barruntado algún peligro para estos días en el Senado, donde la oposición también pretende descargar alguna artillería.

¿En qué consiste esa artillería? En la posibilidad de abordar, por ejemplo, el DNU como en Diputados. En la reforma al régimen de coparticipación de la ley del cheque, que cuenta incluso con la anuencia de por lo menos dos senadores kirchneristas.

Algunos legisladores de la oposición se entusiasmaron más de la cuenta cuando lo vieron circular ayer por el Senado, campante, a Carlos Menem. El ex presidente ha sido, hasta ahora, clave para evitarle los peores sobresaltos al kirchnerismo. Pero esa presencia pareció calculada. A cambio, se ausentó la rionegrina María José Bongiorno, cuya fidelidad con la oposición es débil y zigzagueante. En suma: ni hoy ni mañana podría haber sesión en el Senado sin una agenda de consenso. La oposición no estaba, de nuevo, en condiciones de imponer los 37 senadores para el quórum.

El consenso se buscó, por oficio de José Pampuro, reemplazante de Julio Cobos en el Senado, con una agenda pactada con la oposición que no incluya temas de conflicto y resulte más inofensiva que un vaso de agua mineral.

Las cuestiones ardientes serían pospuestas un par de semanas. Para entonces, el kirchnerismo espera tener madurados un par de proyectos que alcancen a esterilizar el golpe infligido por la oposición en Diputados con la derogación del controvertido DNU. Esos proyectos los encarnan el peronista pampeano Carlos Verna en el Senado y el centroizquierdista bonaerense Sabbatella en Diputados. Apuntan a reemplazar aquel decreto con una ley que convalide el uso de las reservas del Central.

Cristina y Kirchner, en ese sentido, prefieren prevenir. Conocen que en la Corte Suprema los siete jueces considerarían algún pronunciamiento sobre los decretos. Ese pronunciamiento no se producirá mientras esté abierta en el Congreso la posibilidad de la sanción de una ley que avale el uso de las reservas.

La determinación fue conversada en el encuentro rutinario de ayer de los jueces de la Corte. En realidad, tres de esos integrantes (Enrique Petracchi, Carlos Fayt y Juan Carlos Maqueda) ya se han pronunciado sobre los DNU en fallos que incumbieron a las épocas de Menem y Fernando de la Rúa. Resta conocer la postura de Ricardo Lorenzetti, el titular del cuerpo, Elena Highton, Raúl Zaffaroni y Carmen Argibay. Pero todos ellos coinciden, a diferencia de lo que sostienen Cristina y Kirchner, en las facultades que les competen para validar la "necesidad y urgencia" de esos decretos.

En aquel encuentro de los jueces no pasó de largo la renovada ofensiva kirchnerista contra el Poder Judicial. En especial, el énfasis que los diputados Carlos Kunkel y Alejandro Rossi pusieron para el retiro de Fayt. Este año, también por llegar al límite de la edad jubilatoria, debería ser el último de Petracchi.

Los siete jueces decidieron abroquelarse y, por ahora, no responder a los retos políticos. Pero también defender cualquier ataque al Poder Judicial. Fue la línea que impuso Lorenzetti y que, con extremo cuidado, exhibió al acudir a un acto en recordación del Holocausto.

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