Más asperezas que las conocidas entre Cristina Kirchner y los gobernadores

viernes, 2 de abril de 2010

Por Julio Blanck


Cristina Kirchner cortó, áspera, la profusa serie de zalamerías que derramaban sobre ella varios gobernadores, encabezados por el entusiasta elogiador tucumano José Alperovich. El sanjuanino José Luis Gioja le había preguntado: "¿Qué quiere que hagamos, Presidenta?". Ella dijo, palabras más o menos: "Ustedes elogien menos aquí adentro y defiendan el modelo allá afuera, cuando salgan". Cuando alguien mencionó la posibilidad de firmar una solicitada en apoyo al Gobierno, Cristina descerrajó: "Para gobernar me basto sola".


Esto es parte de una minuta, menos amable de lo que los protagonistas se empeñaron en difundir ese día, de la reunión del lunes entre la Presidenta y 17 gobernadores propios o aliados, que a esta altura viene a ser más o menos lo mismo. Los que la cuentan son tres fuentes: dos son muy allegadas a mandatarios provinciales presentes y la tercera es un funcionario del Gobierno que estuvo ese día en la quinta de Olivos.

Quizás a la Presidenta la habían predispuesto mal las noticias en los días previos al encuentro, que consignaban la aparente decisión de los gobernadores de plantar en su mesa de anfitriona el eterno reclamo por la distorsionada distribución de fondos entre la Nación y las provincias. A ese clima previo se agregaba la constancia de que varios senadores del oficialismo estaban dispuestos a votar junto con la oposición para hacer totalmente coparticipable la cuantiosa recaudación del impuesto al cheque.

Pero allá adentro, en Olivos, casi todas las osadías previas se transmutaron en irreparable timidez. A los protagonistas de este fenómeno tan repetido en los años kirchneristas, que pueden ser gobernadores, intendentes o legisladores, el bonaerense Daniel Scioli suele llamarlos "los guapos del off the record".

El lunes, en Olivos, el aire estuvo espeso de entrada. Los 40 minutos iniciales que se tomó Cristina para abrir el encuentro fueron palo y palo. Como bien se informó oportunamente, la Presidenta empezó atacando el flanco político que aparecía debilitado: le bajó el precio al impuesto al cheque, hasta el punto de prometer un difuso análisis de su posible eliminación a futuro.

Después les recordó a los gobernadores, cuántas obras pueden mostrar en sus provincias gracias al aporte de dinero nacional. Y no se privó de refregarles la idea que sin demasiada sutileza ya había planteado el ministro Florencio Randazzo: si al Gobierno le quitan 10.000 millones de pesos del impuesto al cheque, el Gobierno va a meter mano en las cajas que maneja de modo discrecional y le hará un recorte similar a las provincias.

Después de la filípica presidencial se abrió la lista de oradores. Alguien escuchó al santacruceño Daniel Peralta decirle al que tenía sentado a su lado: "Yo ni loco abro la boca, acá te matan". Fue uno de los cuatro que permaneció mudo.

Al final se animó el riojano Beder Herrera. Trató de distender y le preguntó a la Presidenta si los ministros también iban a decir lo suyo. "Los ministros no están aquí para hablar", respondió Cristina sin aflojar el torniquete.

Como ya se contó, Beder Herrera preguntó si lo mismo corría para los diputados, señalando a Néstor Kirchner sentado aparte dentro del salón. "El está como presidente del PJ", replicó la Presidenta. Hubo algunas risas nerviosas. El riojano dijo algunas palabras más, habló de las necesidades de las provincias, pero también se explayó en reconocimientos al Gobierno nacional.

El cordobés Juan Schiaretti, con prudencia, tiró la idea de crear un fondo para los conurbanos de Buenos Aires, Rosario y Córdoba, y de otro fondo para las regiones de pobreza extrema. También habló de refinanciar la deuda de las provincias.

Ahí algunos soltaron un poco más la lengua, aunque sin sacar los pies del plato.

El chaqueño Jorge Capitanich, gran defensor de los Kirchner, reclamó más ayuda política para pelear la situación en su territorio. Y le propuso al pampeano Oscar Jorge armar un trabajo conjunto sobre financiación de las provincias.

El salteño Juan Manuel Urtubey, que viene insinuando un progresivo desmarque del círculo cerrado kirchnerista, advirtió que no controla a los legisladores a propósito de la ley del impuesto al cheque. De hecho, los dos senadores peronistas por Salta, Juan Carlos Romero y Sonia Escudero, están en la oposición.

Después vino la catarata de elogios y la Presidenta recomendando que esos apoyos se hiciesen públicos con más énfasis. Pero los gobernadores, diplomados en la sobrevivencia política, son gente que sabe decir lo que cada una de sus audiencias quiere escuchar. Sus expresiones posteriores de respaldo al Gobierno jamás salieron de lo estrictamente formal.

El último que habló fue Scioli, con su conocido ejercicio de equilibrio: pretende construir algo de autonomía sin dejar de ser monolíticamente kirchnerista. Por ahora no le sale bien.

Néstor Kirchner se había ido hacía rato, promediando la reunión, sin ocultar su fastidio. "Estos están todos locos", se le escuchó decir, mientras trataba de restablecer una comunicación con Hugo Moyano, en el celular que le había alcanzado uno de sus secretarios. Esa llamada, recibida fuera del salón de reuniones, se interrumpió cuando el patrón del PJ hablaba con el jefe de la CGT.

Kirchner parece haber sido víctima de un dispositivo adquirido hace poco tiempo por la Presidencia en Estados Unidos, que permite bloquear toda comunicación telefónica en un pequeño radio determinado. La fuente del Gobierno consultada asegura que se usó por tercera vez, en el almuerzo con los gobernadores. Las dos anteriores habían sido reuniones de Cristina con empresarios y con los bloques de senadores y diputados oficialistas.

La idea, además de resguardar la privacidad de esos encuentros de posibles pero no probables espionajes, es que nada interrumpa la reunión ni distraiga a los concurrentes, al menos mientras dura el discurso de la Presidenta.

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