Por Eduardo Aulicino
¿Qué tienen en común la refinanciación de deudas de las provincias y la resolución de la Corte Suprema que fijó límites a los Decretos de Necesidad y Urgencia? Nada en cuanto a sus efectos concretos, pero mucho en términos de lectura política: reflejan por distintos caminos que los Kirchner ya no escriben de manera exclusiva los puntos de la agenda pública.
Esa realidad, negada en público, no pasa inadvertida en la intimidad del poder. Pero ganar la iniciativa, claro, no es sólo cuestión de hilvanar un discurso presidencial por jornada. En estos días, se admite en el círculo kirchnerista que un objetivo primordial es recuperar credibilidad, empezando por algunas franjas de la sociedad que habían apoyado de algún modo sus gestiones y luego se disgustaron. En esa línea, se anotan desde gestos tardíos y limitados hacia productores agropecuarios, hasta promesas repetidas de planes de viviendas.
Es curioso cómo funciona en algunos casos el kirchnerismo. El Bicentenario, aludido de manera reiterada por Cristina Fernández de Kirchner y por la publicidad oficial, parecía un buen elemento para mejorar climas y relaciones sociales. Pero el mensaje volvió a cerrase sobre sí mismo: se sumaron el cruce con Mauricio Macri por la gala del Colón y la decisión de no convocar para las celebraciones a ex presidentes democráticos, ni al vice. Los K conspiran contra los planes que según sus allegados serían prioridad en función de los cálculos para el 2011.
Ese mismo mecanismo -que inhabilita cualquier camino que contemple acuerdos con otras fuerzas- ha llevado al Gobierno a recrear como propios algunos proyectos o reclamos opositores. En Olivos, se privilegió la idea según la cual sólo se gana si el otro pierde o parece haber perdido. La política suele ser más que eso, pero los Kirchner jamás brindan a sus legisladores la posibilidad de un entendimiento con la oposición si eso además sugiere un éxito compartido.
El último capítulo lo escribieron sus idas y vueltas con las provincias. La oposición y el peronismo crítico avanzaron con una modificación del reparto del impuesto al cheque, que aún debe ser tratada en Diputados. La Presidenta y Néstor Kirchner metieron presión sobre los gobernadores, amenazaron con recortar otros fondos en caso de que la iniciativa prospere, y hablaron vagamente de rediscutir el sistema de coparticipación federal, tema eludido desde 1994.
Apareció luego un proyecto asociado al anterior: la distribución automática de los fondos conocidos como ATN. El texto apenas había dado un paso en el Senado, pero se perfilaba como de rápido trámite. El Gobierno decidió entonces refinanciar la deuda de las provincias, incorporando este punto, de manera parcial y distorsionada. Ahora espera que con tales medidas se marchiten las iniciativas opositoras en el Congreso. Cero consenso.
Para los K, de todos modos, los problemas no se agotan en el Congreso. Una reciente decisión de la Corte Suprema repuso el debate sobre otro tema de fondo: los alcances de los Decretos de Necesidad y Urgencia. El Tribunal fijó límites a los DNU y lo hizo con algunos señalamientos muy precisos: sostuvo que su uso debe ser excepcional, destacó el papel de la Justicia para pronunciarse sobre su validez y recordó que la reforma de la Constitución de 1994 buscó atenuar el sistema presidencialista.
Los famosos DNU tienen pendiente el tratamiento de un proyecto específico en el Senado. El oficialismo, por ahora, sólo atina a bloquearlo, pero no le alcanza para borrarlo de la agenda política.
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