Cualquier análisis sobre cuánto influirá la fiesta del Bicentenario en una lejana elección es absurdo

viernes, 28 de mayo de 2010

Por Ernesto Tenembaum

Se ha dicho que:

Cristina es supersectaria porque no fue al Teatro Colón.

Cristina es superabierta porque su gobierno organizó un festejo donde hubo lugar para todos y cada uno, más allá de cualquier idea política.


El pueblo manifestó masivamente su apoyo al acto del Gobierno. Así, textualmente se dijo.

El pueblo se manifestó masivamente porque era gratis, porque es patriota, aunque esté en contra del Gobierno.

El pueblo se manifestó masivamente con lo que demuestra que, masivamente, no odia al Gobierno.


Se ha afirmado también que:

Alguna vez está bien que tiremos la casa por la ventana para celebrar algo.

Se gastó plata que debería haber ido para los chicos pobres.

Kirchner tiene ahora el camino completamente liberado para ser reelecto el año que viene.

Asistimos al fin de la fiesta kirchnerista –así se dijo–, al ocaso de un período, la gente en la calle expresa una corriente subterránea que va en contra de este gobierno.

El Gobierno está a solo cuatro puntitos de ganar sin ballottage.

El Gobierno ha muerto y aún no se dio cuenta.

Se ha sostenido:

Que en la calle estaba el pueblo y en el Colón la oligarquía.

Que en la Casa Rosada estaban los sectarios y en el Colón los tolerantes, el germen de una nueva Argentina.

Que el Gobierno es el gran beneficiado porque ahora lo empezarán a querer aun aquellos que se le resisten.

Que todo demuestra lo equivocados que están los grandes medios al transmitir una imagen oscura del país.

Que el gran beneficiado es Mauricio Macri porque el Gobierno lo acaba de elegir como el gran opositor y, si se polariza la elección, aumentan notablemente sus chances.

Que la Iglesia, je, llama a la reconciliación nacional.

Que Macri, je, llama a la reconciliación nacional.

Que Cristina, je, llama a la reconciliación nacional.

Se ha argumentado que:

En el Bicentenario, le pese a quien le pese, estamos mejor que en el Centenario.

El Gobierno no entiende nada sobre el clima de consenso que le pide la gente.

Es ridículo que Ricardo Fort fuera invitado al Colón.

Sólo un pueblo que está feliz celebra como lo hizo en estos días.

Sólo la tristeza de un pueblo explica semejante explosión de alegría.

No hay mucho para agregar a tantos intentos por interpretar lo que acabamos de vivir todos. Seguramente, cada uno tendrá un poco de razón, como siempre sucede. Pero quizá sea oportuno decir –desde una mirada política en extremo cuidadosa– que el Gobierno logró sintonizar con la sociedad en la manera en que convocó a los festejos centrales y no hizo un solo gesto que sectarizara la celebración popular: ni en la elección de los artistas, ni en la movilización de militantes, ni en la colocación de banderas.

Que el Gobierno entendió mejor que muchísima gente –entre ellos, el que suscribe– la importancia de la fecha y le dio la trascendencia que merecía. Y que desplegó una gran imaginación y capacidad organizativa.

Cualquier análisis sobre cuánto influirá todo eso en una lejana elección es absurdo. Pero si esa sintonía se repite varias veces –sobre todo por parte de un sector político que, por decirlo suavemente, no estuvo muy preciso al respecto en los últimos dos años–, el Gobierno, los Kirchner, al ser mejor que sí mismos, van a forzar a la oposición en la misma dirección, porque ya no alcanzará con favorecerse por los errores ajenos.

Desde una mirada social en extremo cuidadosa, sería bueno que algunos sociólogos, o filósofos, o estudiosos del alma humana, nos explicaran a los que no sabemos nada cuál es la extraña relación entre los argentinos y lo que se da en llamar Patria. ¿Qué es lo que hizo que la transmisión que más midiera en Canal 7 fuera nada más y nada menos que el desfile militar del sábado al mediodía? ¿Por qué los doscientos años de la constitución de la Primera Junta de gobierno convocan a más gente que cualquier causa social, política, religiosa o –más aún– futbolística?

Desde una mirada artística en extremo cuidadosa: ¡qué maravilla ha hecho la gente de Fuerza Bruta y qué audaz la decisión de elegirlos a ellos por parte de los funcionarios!

Y finalmente, desde una mirada humana, extremadamente cuidadosa, quizá quepa agregar que fue muy refrescante ver bailar a la Presidenta de la Nación al ritmo de las maravillas del grupo Fuerza Bruta.

Se la veía realmente feliz y relajada.

Por momentos a uno se le ocurre que su gobierno hubiera sido mucho mejor –más tranquilo, exitoso, constructivo, popular– con un poco más de pasos de baile como los del 25 de mayo.
No hay tantos enemigos ni tanta gente que odie.

Se puede bailar y disfrutar un poco.

Relajarse.

Doscientos años después lo hemos descubierto.

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