Moreno pasó por encima de otras áreas del Gobierno y sólo consultó a Olivos

sábado, 15 de mayo de 2010

Por Alcadio Oña

Cuesta encontrarle la lógica a las trabas sobre las importaciones de alimentos. Primero, porque no alcanzan una magnitud que pueda poner en riesgo el superávit comercial: con toda la furia, este año representarían apenas el 2% de las importaciones globales. Luego, porque ya asoma el peligro de represalias más costosas: los embajadores europeos advirtieron sobre esa posibilidad y Brasil la analiza.


Quizás se entienda la escena si uno proyecta la película completa. Esto es, que los alimentos puedan ser la avanzada de un experimento semejante al que Guillermo Moreno aplicó el año pasado: pisar compras al exterior indiscriminadamente o imponer que por cada dólar que salga, entre otro por exportaciones.
En reuniones con empresarios, el secretario de Comercio ha dicho que con las trabas al ingreso de alimentos busca mejorar el saldo comercial de 2010. Y como este capítulo es irrelevante en la cuenta total, la sospecha es que después vaya por el resto.

Al ritmo que marchan, las importaciones pueden cerrar el año en 50.000 millones de dólares. Y el superávit resultar inferior a los 15.000 millones que pretende Moreno: de unos 10.000 millones, según calculan algunos analistas privados.

Así eso signifique mucha plata, el saldo en divisas es crucial para mantener un elevado stock de reservas. Esta pieza clave en el armado de Néstor Kirchner, también sería parte de la película completa. Igual que la necesidad de cubrirse ante una eventual salida de capitales.

La contracara de una restricción amplia se llama costo fiscal: por cada 10 dólares de importación, 3 quedan en la AFIP. Pero el raid importador es, en realidad, espejo de otras cosas.

Una, está asociada a la reactivación económica y a un tipo de cambio que las estimula o alienta movimientos preventivos. En marzo, el mes que debe haber encendido la luz amarilla en el tablero de Moreno, las compras de bienes esenciales para la industria aumentó entre un 37% y un 61%. Absorbieron el 74 por ciento de las importaciones totales. La entrada de productos de consumo también creció, pero un 25%.

El otro factor que explica las compras al exterior es, ya, más estructural. Cubren la ausencia de producción local. O, si se prefiere, reflejan un perfil industrial poco integrado y muy dependiente de los bienes del exterior y también la escasez de inversiones.

Visto el limitado monto en juego, cuesta vincular el filtro a los alimentos con la protección de actividades y trabajo nacionales. Y además tienen un efecto mínimo, o ninguno, sobre la inflación.

Otra interpretación posible es que el recorte por ese lado sea la antesala del levantamiento de las restricciones a China. Pero en este supuesto las dimensiones entre ambas cosas tampoco dan.

La sustitución de importaciones por producción local es algo mucho más serio que una traba aduanera. Requiere políticas articuladas y de largo plazo, al interior de los sectores que se quiere potenciar. Nada de esto se ha hecho en la era K.

Eso sí, la movida del secretario de Comercio acarreó el costo de un sonoro batifondo con Brasil y la Unión Europea. Justo cuando la Presidenta va a participar, este lunes, en Madrid, de una cumbre de jefes de Estado de la UE, América latina y el Caribe. Justo, también, en el momento en que serán relanzadas las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur. Cristina Kirchner asistirá al encuentro como presidenta temporal del bloque sudamericano y será el último con ese rol.

Indirectamente, en su movida Moreno va pegado a Nicolas Sarkozy. El francés lidera un grupo de nueve países contrarios a un acuerdo con el Mercosur: figuran, entre otros, Irlanda, Grecia, Hungría y Austria.

A buena parte de ellos los abroquela la defensa de los subsidios agrícolas, o el temor al ingreso de productos agropecuarios y agroindustriales. Aun cuando la negociación será larga y trabajosa, en los subsidios está el punto que más le interesa a la Argentina: desde ya, el bloqueo sobre los alimentos aporta argumentos a Francia.

Como en tantas cuestiones más, Moreno pasó por encima de otras áreas del Gobierno y sólo consultó a Olivos.

El descontento de la ministra de la Producción es casi inocultable. Aunque Débora Giorgi conoce de sobra la chapa que porta su contrincante y, por eso, no lo hace público. Hasta ahora, la Cancillería fracasó en el intento que hizo para que se levantara la barrera. Es un secreto a voces el malestar que también existe allí.

Mañana, en Madrid, habrá una minicumbre de funcionarios del Mercosur, preparatoria de la reunión con la Unión Europea. Encontrarse con los brasileños ya será un incordio para los argentinos.

El único que salió a acompañar a Moreno fue Amado Boudou.

Dijo que "todos los países serios" cuidan la producción y empleo. Lo raro fue que trajo a cuento el bloqueo que Estados Unidos impone al ingreso de limones argentinos. Igualito a mezclar limones con peras y manzanas.

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