La alianza del peronismo disidente, se sabe, estuvo y está atada con alambres. Los objetivos futuros de Felipe Solá y quien lo antecedió en la lista son diferentes, y hasta complementarios, pero eso no oculta las disidencias.
Algunos Felipistas desconfían hasta de los deseos de De Narváez de respetar los tiempos constitucionales. “A él le convendrían las elecciones cuanto antes, con la espuma de su triunfo legislativo bien arriba”, chicanean.
El discurso de De Narváez es “que se vaya Kirchner y gobierne Cristina”. Sabe que el pedido tiene infinidad de adeptos pero es utópica su concreción. El ex presidente puede aparentar no estar, jamás dejar de ser el centro de las decisiones.
Solá tampoco cree que haya elecciones anticipadas. La preocupación de Kirchner pasa por otro lado, y se desprende del mismísimo discurso del ex gobernador. “La gobernabilidad es una responsabilidad del Gobierno”, dice.
Felipe Solá especula que el Gobierno se victimizará si salen leyes no esperadas en Balcarce 50, y que eso sirva al oficialismo para acusar a la oposición de poner palos en la rueda y tener ánimo destituyente.
Insiste en el camino del diálogo convocado por quienes llevan adelante el país. Solá conoce a los Kirchner, sufrió como pocos los desplantes de Néstor, y sabe de las dificultades de encontrar en el matrimonio gobernante un cambio rotundo de las formas. Por eso también invita a no darles excusas.
El poder de Kirchner está licuado, cuestionado y apuntado, pero no terminado, ni mucho menos. Su reacción siempre será indescifrable para la tradición de hacer política en la Argentina. De lo que haga dependerá gran parte del futuro cercano y lejano, de los propios y de los ajenos.
Fuente: El Grito Peronista Digital
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