Rigidez Intelectual

domingo, 28 de febrero de 2010

Por Hugo E. Grimaldi

El terremoto de Chile y sus devastadoras consecuencias hicieron que se cancelara la visita de los reyes de España al país trasandino. Pero más allá del imponderable, hay que analizar la decisión de Juan Carlos y Sofía de pasar de largo a la Argentina. Se sabe que, aún bajo fachadas bien protocolares, los monarcas tratarán de abrirles camino a los negocios de las empresas de su país que, debido a los problemas que sufren hoy por hoy, están más que deseosas de poner un pie en esos lugares prósperos y seguros: Chile y Brasil.


No se puede hablar de desplante, porque las agendas diplomáticas no son fáciles de combinar, pero los reyes, representan desde su lugar de lobbistas de lujo al país que más inversiones tiene hundidas en la Argentina, a la puerta de entrada a Europa y al primer destino que, hasta por afinidad ideológica con el gobierno del PSOE, el matrimonio Kirchner eligió para su propia inserción internacional. Bien podrían los monarcas haberse dado una vuelta por la Argentina.

Sin embargo, también es notorio que hoy España está francamente molesta con ciertas actitudes del Gobierno hacia sus empresas y si bien la real “politik” siempre permite volver a abrir las puertas, sobre todo cuando hay dinero de por medio, lo que queda del episodio es que, una vez más, una gira de personajes de ese calibre en la política internacional no recala en Buenos Aires. Según el diputado Eduardo Amadeo a un saludo de ese tipo es a lo único que hoy puede aspirar el gobierno argentino. El aislamiento es notable.

El verbo aislar tiene varias acepciones en castellano. La más común es la idea de las vallas que, infranqueables, separan los límites físicos o, en el caso local, tabican varios rubros de su comercio en ambas direcciones. Una segunda es la del descarte comunicativo o bien por molestia o por insignificancia, que es lo que le estaría sucediendo al país mirado desde el hastío del resto del mundo, llamado popularmente “ninguneo”. Y hay una tercera definición, más sicologista y vista desde la perspectiva de los Kirchner, que entronca el aislamiento con la abstracción: “apartar los sentidos o la mente de la realidad inmediata”, dice el diccionario. “Delirarse”, dirían en los boliches.

Lamentablemente, lo que le está sucediendo a la Argentina hoy aplica en casi todas las definiciones y hay varias situaciones para demostrarlo. Por ejemplo, el segundo mayor inversor en la Argentina son los Estados Unidos y ya ha sido la comidilla de todo el mundo la falta de timing de la presidenta Cristina Fernández, cuando dijo en un reportaje televisivo que se conoció en la semana que Barack Obama no estaba cumpliendo las “expectativas muy grandes” que la región había tenido respecto de su gobierno.

La cabeza presidencial había idealizado de tal modo la aparición del demócrata, quizás para contraponerlo al olor a azufre que emanaba de George W. Bush, que nunca tomó en cuenta que, antes que los partidos, en los EE.UU. hay cuestiones de carácter nacional que emparentan a todos sus gobernantes. Cristina se había hecho la película de tal modo, que llegó a decir que sus políticas se parecían a las de su esposo y hasta habló de “bocanada de aire fresco” cuando Obama ingresó a la Casa Blanca.

Luego, cuando el nuevo presidente tuvo que hacerse cargo del arreglo de la pesadísima herencia económica que casi pone al mundo de rodillas y de las situaciones de seguridad que tanto preocupan a los estadounidenses, los tiempos para América latina se comprimieron bastante y a ojos de la Presidenta eso sonó a desaire.

Pero seguramente, también habrá tenido su peso en la definición presidencial sobre las “expectativas”, que Cristina nunca digirió que sus colegas Lula, Bachelet, Calderón y otros presidentes de la región desfilaran por la Casa Blanca, mientras que ella tuvo que conformarse con meras charlas de pasillo con el afroamericano.

Aunque quizás nunca se preguntó por qué le sucedía eso, probablemente ella relacionó la falta de gestos de acercamiento con alguna suerte de conspiración internacional y no con el ataque sistemático que el gobierno argentino le propinó no sólo a Bush, sino al sistema político de los Estados Unidos, a partir del desaire que supuso la organización de la Contracumbre de Mar del Plata y del acto que con la anuencia de la picaresca argentina hizo Hugo Chávez en Ferro, cuando el antecesor de Obama estaba en el Uruguay.

Más allá de que de modo imprudente la Presidenta se arrogó la representación de varios países de la región que con seguridad no piensan como ella, hay que precisar que esas declaraciones a la CNN habían sido grabadas en Playa del Carmen cuando la Presidenta asistió a la Cumbre del Grupo Río, pero antes de que el gobierno argentino fuese notificado sobre la posibilidad de un encuentro express en Montevideo con la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, con quien Cristina más de una vez se comparó en sus roles comunes de senadoras y de esposas de ex presidentes.

A esos dichos televisivos poco oportunos le siguieron las respuestas bastante diplomáticas de los EE.UU. sobre la popularidad que tiene el presidente Obama en la región que, pese al grado de irritación que trasuntaba su voz, hizo el encargado de América latina, Arturo Valenzuela a través de una teleconferencia.

Parece mentira que los Kirchner se hayan sentido mucho más cómodos con su antecesor, Thomas Shannon, funcionario de Bush, que con este diplomático de origen chileno que no fue siquiera recibido por la Presidenta cuando vino al país y que fue quien se despachó, por entonces, con declaraciones sobre inquietudes que le plantearon inversores de su país, en relación a la inseguridad jurídica que campea en la Argentina.

El caso Estados Unidos pone aún más en evidencia que la situación de aislamiento se produce primero en la cabeza de los gobernantes y que esa tozudez provoca luego las señales negativas del mundo exterior que vuelven como boomerang.

El alejamiento de China, la segunda potencia del mundo, a la que se la acaba de destratar con la anulación de un viaje por motivos domésticos, o aun el conflictivo desmadre de la relación con el Reino Unido, muestra que la política exterior argentina, en un mundo que necesita articulaciones basadas en intereses antes que subjetividades, está teñida por prejuicios que impiden diagnósticos profesionales y correctos.

El ex embajador y actual Diputado Nacional Eduardo Amadeo recordó que hace dos años no hay embajador en Londres y que el Departamento Malvinas de la Cancillería hoy no tiene funcionario a cargo.

En todo caso, lo que les pasa a los Kirchner fronteras afuera también les sucede fronteras adentro como fruto de esa concepción tan severa y nada estratégica de la política. La propia Cristina acaba de decir que ella siempre soñó y se sintió parte de “un proyecto político constructor de utopías y esperanzas”, aunque ella reivindica esa construcción solamente a partir de lo que asegura que son las políticas correctas que se están llevando a cabo, sin admitir siquiera los matices ni por supuesto las alternativas, por lo que quienes osan exponerlas se convierten directamente en enemigos de la Patria.

Ésta ha sido la concepción que la Presidenta expuso cuando les habló a los empresarios en Olivos. Más allá del tono de maestra en funciones, la disertación sobresalió por lo diferente que fue aquella que hizo José Mujica en Punta del Este pidiendo inversiones para el Uruguay, bien llena de utopías, por cierto, pero también plagada de realismo.

En el caso de Cristina, no hubo nada de futuro y hacia el pasado refirió un cúmulo de indicadores bastante sospechosos en cuanto a su calidad, todos positivos, por supuesto, aunque confrontados contra los peores momentos de la crisis o aún contra números depreciados de la Convertibilidad. De inflación y gasto público, ni hablar, mientras que del Fondo del Bicentenario, tal como hizo su esposo esa misma tarde en un acto partidario, volvió a decir, sin ponerse colorada, que es una herramienta para “desendeudarnos”.

Lo que llamó la atención es cómo los asesores exponen a la Presidenta a un probable bochorno, ya que por su actividad todos los presentes en el almuerzo conocían las cifras verdaderas de memoria y nunca podían haberse tragado tamañas píldoras.

Pero como en general fue todo una puesta en escena bien teatral, con la Presidenta transmitiendo su relato y con los empresarios que fueron invitados poniendo apenas la cara, sólo para ver si lograban conseguir créditos baratos, las cosas no pasaron a mayores. Lo concreto es que, a partir de ese discurso, no se vio a un solo hombre de negocios que haya salido, chequera en ristre, a decir cuánto estaba dispuesto a invertir.

En otro orden, la mentalidad de cruzada que posee el kirchnerismo le ha impedido aceptar hasta ahora que los dos años que le quedan en el poder deberían ser, en un país institucionalmente más sólido, de una razonable cohabitación.

La oposición quiere “cogobernar”, ha dicho con tono crítico el jefe del bloque de senadores del FPV, Miguel Pichetto y, aunque los opositores lo nieguen, sobre todo porque Néstor Kirchner los ha acusado de ser “una máquina de impedir permanente que no quieren que Cristina gobierne”, ésa es la misión que la Constitución le acuerda al Congreso: hacer y modificar las leyes, de acuerdo a lo que piensan las mayorías.

La Cámara alta con 36 presentes y 36 ausentes, la huida reglamentaria de Pichetto y sus senadores con la excusa objetiva de que la oposición no tenía sus proclamados “37” y la posibilidad de volver a sesionar la semana próxima para conformar las comisiones con minorías kirchneristas tuvo el condimento de haber revivido hasta la gloria personal el protagonismo de Carlos Menem, según sus propias palabras, el “más pensante” de todos.

En verdad, el ex presidente siempre se sintió más allá de sus pares, ya que el kirchnerismo lo vituperó, hasta con pocos elegantes gestos del propio Néstor Kirchner, mientras que los demás peronistas lo tenían aislado, casi en cuarentena.

Hoy, él tiene la llave del Senado y con su actitud de no presentarse a la sesión de la semana pasada ha logrado la revancha de volver a marcarle los tiempos a la política argentina. Menem se ha tornado imprescindible para la oposición y cuánto más para el oficialismo y por eso, nadie lo ha criticado demasiado desde ninguna parte y hasta algunos ministros casi lo han elogiado.

No sea cosa que la Presidenta haya decidido dejar por un rato su rigidez intelectual de lado en nombre del pragmatismo y que, tal como creyó alguna vez que Obama era “un príncipe en un corcel blanco”, ahora lo esté viendo al riojano, rubio y de ojos celestes.

La veloz licuación del poder

Por Eduardo van der Kooy

Los Kirchner perdieron el control del Congreso. También se les escurre el poder político. Así deberán gobernar dos años. No dan señales de intentar algún acercamiento. Sólo reparten palos a quienes los objetan. El papel de Menem, todo un símbolo de la realidad argentina.


Han perdido en apenas tres meses el control de Diputados y el Senado. No tienen siquiera tendido un puente de convivencia posible con la oposición. La enemistad con el Poder Judicial no debería medirse sólo por los fallos adversos que acumularon en las últimas semanas: en ese universo se torna intenso el sentimiento de malestar contra ellos.

Viven atormentados por cada línea o cada palabra de los medios de comunicación. Parecen haberle hecho, además, una cruz prematura a la relación con Washington, cuando a Barack Obama le restan todavía tres años en la Casa Blanca.


Así, o parecida, es la realidad que se encargaron de construir en los últimos meses Néstor y Cristina Kirchner. Para la mayoría del común de los mortales que habita la Argentina --según cualquier encuesta-- se trataría de una realidad preocupante.

El matrimonio supone exactamente lo contrario. Imagina o vive en otra dimensión. Los mansos empresarios que concurrieron la semana pasada a Olivos pudieron comprobarlo. Esa contradicción flagrante es la que siembra serias dudas sobre cómo podrá desarrollarse el tiempo político que falta hasta el 2011.

Los Kirchner acaban de lograr algo sin precedentes desde el retorno democrático. Resignaron el control del Congreso después de haberlo controlado por completo. Raúl Alfonsín nunca tuvo en su tiempo el dominio del Senado pero perdió el de Diputados recién con el traspié en las legislativas de 1987. Ni aún con la caída electoral de 1997 a Carlos Menem se le escapó el manejo de ambas Cámaras. Fernando de la Rúa no contó con ninguno de esos privilegios y su primera derrota en las urnas, en el 2001, significó también el colapso de su gobierno y la irrupción de una crisis gigantesca.

El problema no pareciera ser para el matrimonio sólo la pérdida de aquellos resortes institucionales clave para la gobernabilidad. Otro problema todavía insoluble es la veloz licuación del poder. Fue tan sorprendente el modo en que los Kirchner enmascararon la derrota de junio último imponiendo su agenda parlamentaria a la oposición, como la hemorragia que comenzaron a sufrir cuando en diciembre la oposición consagró su postergada mayoría en Diputados.

Habría resultado lesivo para ellos, entre varias cosas, el paréntesis estival que concluyó la semana pasada con la frustrada sesión preparatoria del Senado. ¿Por qué razón?. Porque el modo indecoroso con que el kirchnerismo cedió la supremacía en Diputados operó como una zapa en las filas oficiales.

También entre los senadores. El padre de esa derrota fue el propio Kirchner. Otro detonante fueron los errores del Gobierno al implementar el Fondo del Bicentenario para hacer uso de las reservas del Banco Central. Dejó al desnudo su intención de tratar de gobernar a través de los DNU y del ejercicio del veto, soslayando en lo posible al Congreso. La paridad de fuerzas existente a priori en el Senado se terminó volcando a favor de la oposición.

La resurrección de Carlos Menem como una estrella política, aunque sea fugaz, estaría desnudando varias cosas en forma simultánea. Por empezar, el grado de deterioro al que luego de seis años han llegado los Kirchner. La posibilidad de aplazar una derrota en el Senado --sólo eso-- que pondrá el timón de esa Cámara en manos opositoras, quedó a merced del dirigente que más vituperaron estos años y uno de los dos con mayor impopularidad en el juicio popular.

Nadie conoce cuánto la ausencia de Menem, que permitió al kirchnerismo romper el quórum, estuvo inducida desde el poder y cuánto obedeció a las diferencias reales que mantiene con un peronismo federal donde abundan generales pero escasean soldados.

La información seca apunta que el ex presidente fue refractario a un correo reservado que el kirchnerismo le envió a través de un empresario riojano. La historia no lejana, en cambio, permitiría la filtración de alguna duda: en aquellos días cruciales de la resolución 125, Aníbal Fernández, entonces ministro de Justicia, entabló una negociación con el ex presidente para que se ausentara de la sesión que terminó definiendo el voto de Julio Cobos. Menem padecía una infección pulmonar y hasta se hicieron los primeros trámites para su internación. Kirchner, advertido por asesores sobre las consecuencias que podía acarrear el ardid en medio del encrespado conflicto con el campo, instruyó a su ministro a dar marcha atrás.

Tampoco la dependencia opositora del respaldo de Menem para salir airosa sería una señal estimulante. Descubriría, bastante mas que en Diputados, su rudimentaria articulación. Y las dificultades para progresar con cada acuerdo. En esa oposición están los radicales y la Coalición de Elisa Carrió. Pero hay un peronismo disidente distinto al de Diputados. No suele ser tarea fácil negociar con Adolfo Rodríguez Saá, con el salteño Juan Carlos Romero o con el mismo Menem, que recurre siempre a los intermediarios. No suele ser sencillo tampoco interpretar a Carlos Reutemann.

Al margen de esas consideraciones, de las supuestas declinaciones del kirchnerismo o de la oposición, el regreso de Menem a la primera línea de la escena estaría indicando otra cosa: que la matriz del conflicto político que la Argentina arrastra desde el 2001 permanecería peligrosamente intacta.

La oposición asegura que Menem estará en su banca esta semana y que la porfía concluirá. El dio una pista similar. Las dificultades del conglomerado opositor, sin embargo, se reproducen y saltan a la vista. Las últimas tratativas con el ex presidente pasaron a manos de un puñado de diputados del PJ y de viejos sindicalistas. Los senadores parecieran haberse rendido. Esa debilidad, con certeza, no pasará inadvertida para el kirchnerismo.

Allí fantasean con un montón de cosas. La primera: que el ex presidente mantenga su conducta abstencionista. La oposición se vería así ante un brete. También elucubran otras superficialidades: la chance de un pedido de licencia del ex presidente. ¿De qué serviría? De nada, porque el quórum, en esa hipótesis, debería calcularse sobre 71 y no sobre 72 senadores como ahora. Las fantasías se extienden hasta la supuesta renuncia de Menem. Su reemplazante sería la kirchnerista riojana Alejandra Oviedo. Puros sueños: el ex presidente necesita los fueros para transitar con protección los últimos años en la política. Cuelgan de su espalda todavía varias causas judiciales.

Kirchner está dispuesto a que Cristina siga gobernando con el Congreso o sin él. Sabe que la pérdida de la mayoría en ambas Cámaras es irremediable pero también comprobó el miércoles que la llave para paralizar al Senado puede funcionar. ¿Será siempre así?. Ese es su mayor desafío: el kirchnerismo, aún bajo protesta, le responde. Pero cada cimbronazo haría mas vulnerable la solidaridad del conjunto. ¿Cuánto tiempo sorportaría el oficialismo el plan de no dar quórum?. Tanto como sea la convicción opositora de concurrir sin fisuras al recinto del Senado.

La presión pública, en ese caso, podría tornarse insostenible para esa legión de senadores oficiales. Quizás esa presión, a esta altura, le resbale a los Kirchner. Pero muchos legisladores permanecerán después del 2011 y aspirarían a desarrollar, en la nación o en sus provincias, una carrera política. Ninguno acompañó las opiniones de José Pampuro acerca de que aquellas actitudes "no caen bien en la gente". Pero una mayoría las comparte. Sólo no desean exponerse, como le ocurrió al vicepresidente del Senado, a las iras de Olivos.

Kirchner no está convencido todavía, pese a otro fallo adverso de la Justicia y a la reticencia de sus propios senadores, que al DNU del Fondo del Bicentenario haya que echarlo al cesto. Pero los propios kirchneristas aceptaron una negociación que propuso el peronista pampeano Carlos Verna, ahora alineado con la oposición. Aquel DNU se transformaría en proyecto de ley y contemplaría, como base, una coparticipación del 30% de las reservas del Banco Central (U$S6500 millones) que el Gobierno piensa utilizar para zafar del ahogo financiero. Miguel Pichetto, el jefe del bloque, y Nicolás Fernández intervienen en esas tratativas. La autorización la dió la Presidenta. ¿La convalidará su marido?.

Nunca está dicha la última palabra con los Kirchner. La palabra sigue siendo una herramienta que el matrimonio utiliza para dañar con desmesura. Volvió a escena un ex presidente belicoso, igual al que se había guardado por el problema de salud. Cristina también utiliza el lenguaje en una sola dirección y, a veces, hasta lo utiliza inoportunamente. ¿Cómo entender la crítica a Obama a días de su reunión con Hillary Clinton en Montevideo?. El enojo, en la Presidenta y en Kirchner, manda con excesiva frecuencia al pensamiento.

Esa práctica inocula sobredosis de tensión en la sociedad. Hace también de la política un territorio casi invivible. ¿Hasta cuando?. El interrogante habría disparado aprestos en la oposición. Francisco De Narvaez resolvió ser presidenciable. Mauricio Macri también. Ricardo Alfonsín se entusiasma con una encuesta de imagen que lo ubica encima de Julio Cobos. Eduardo Duhalde insiste. El gobernador Juan Urtubey quiere asomar en un peronismo que sigue dormitando.

Habrá que ver si alguno de ellos logra abrir una nueva puerta o si, al final, termina en el paisaje de una vieja política que, como lo muestra Menem, demora en irse mucho mas de lo pensado.

La cara de la Mezquindad

Por Alberto Fernández

Carlos Menem ha ocupado esta semana un lugar central en las primeras planas de los diarios del país. Siendo que cuenta con una imagen negativa cercana al 80 por ciento, es indudable que la atención que el periodismo le ha prestado no ha tenido en cuenta su popularidad.


En realidad, el ex presidente se ha vuelto noticia pues les ha recordado a todos los que lo maltratan o cuanto menos lo ignoran que con su ausencia tiene el poder de paralizar el funcionamiento del Senado, frustrar las esperanzas opositoras y hasta obstruir así la acción del Gobierno.

Su banca vacía el miércoles desató infinitas conjeturas. Algunas de ellas inducían a creer que su deserción era parte de un acuerdo que le permitiría al Gobierno impedir que la oposición lo prive del control de la mayor parte de las comisiones. En esa confabulación, el Gobierno le garantizaría impunidad en las múltiples causas judiciales que lo tienen imputado.

Otras versiones decían que esa ausencia operaba como una advertencia a la oposición. Sólo pretendía que los opositores le otorguen a Menem un lugar de privilegio que hasta aquí le han negado. Justo es decir que la oposición y sus compañeros del Peronismo Federal lo contaban como propio a la hora de los votos, pero lo marginaban de modo vergonzante a la hora de las conferencias de prensa y de las fotografías.

Lo cierto es que Menem, el político más cuestionado por el Gobierno y la oposición, el que exhibe el mayor rechazo social, se ha convertido casi irónicamente en la llave maestra capaz de abrir las puertas por las que deben pasar las expectativas políticas de ambos sectores para materializarse y convertirse en realidad. Si el próximo miércoles se sienta en su banca, la oposición logrará asestarle un nuevo golpe a un gobierno ya bastante lastimado. Pero si no lo hace, el Gobierno recuperará aire y pondrá en tela de juicio la estrategia opositora.

Así funciona nuestra endeble institucionalidad política.

Decir que la Argentina enfrenta allí una crítica situación es, a esta altura de los acontecimientos, casi una obviedad. Para saberlo no hacía falta que Menem nos demostrara que aún puede hacer más daño. Son muy evidentes tanto la ausencia de liderazgos claros como la atomización del cuerpo político; causas centrales del deterioro del que se habla. Semejante cuadro genera dificultades no sólo para conformar mayorías parlamentarias sino también para favorecer una mejor gobernabilidad.

En los distintos parlamentos del mundo, cuando sólo existen minorías, las mayorías se constituyen con acuerdos políticos que suponen, además de una distribución adecuada del poder entre los suscriptores de esos convenios, un consenso claro sobre los planes de acción a seguir.

En la Argentina, nada de eso sucede. Tras el resultado electoral de junio último, el Gobierno vio mermar su influjo en ambas cámaras legislativas. Así, perdió primero la mayoría entre los diputados y poco tiempo después padeció lo mismo entre los senadores.

¿A favor de quiénes el oficialismo cedió el control de ambas cámaras? Precisamente, a manos de una nueva mayoría, resultante de la unión de todos los opositores. No hubo una mayoría de reemplazo consolidada electoralmente. Hubo, en cambio, una serie de acuerdos entre fuerzas políticas minoritarias y muy disímiles entre sí, para restarle al Gobierno el control legislativo y para impulsar cuestiones muy precisas, como el rechazo al decreto que pretendió instituir el Fondo del Bicentenario o la tan mentada reforma del Consejo de la Magistratura.

Como se trata de mayorías atadas con hilos muy delgados, el riesgo de deserción es muy alto. En un escenario signado mayormente por el interés particular de los legisladores que por el interés común que vincula a los miembros de una misma fuerza política, ese riesgo se potencia peligrosamente.

En el Gobierno pasa otro tanto. Casi negando la nueva realidad política que lo ha privado de las mayorías parlamentarias de las que gozaba, pretende seguir imponiendo sus pareceres con una actitud que denota una prepotencia que no es aconsejable para quien se ha debilitado en la batalla. Parece haber olvidado un regla general que enseña que el arte de la política pasa por persuadir y lograr, finalmente, el concurso de voluntades.

Ya han advertido que sus proyectos deberán enfrentar cierta resistencia opositora. Pero en vez de buscar consensos que les permitan alcanzar sus objetivos, algunos de sus voceros han preferido blandir como una suerte de “amenaza persuasiva” la decisión de ejercer tantas veces como sea necesario el derecho presidencial del veto.

Por encima de esa actuada prepotencia, también saben quienes gobiernan de la debilidad que padecen. Sólo así se explica el trato deferencial que en estos días ha merecido Carlos Menem. Seguramente, quienes ahora lo exaltan esperan que el “enojo” del senador riojano sea funcional a sus propósitos.

Sin la tirria de otros tiempos, parecen olvidar que tales elogios se vierten sobre el mismo hombre que hasta no hace mucho era acusado ejecutar una política que deparó a la Argentina primero la recesión y después el colapso financiero del año 2001. En muchos despachos oficiales, parece ser que ya no se toca madera cuando se pronuncia su nombre.

Cuando el miércoles próximo se reúna el Senado, seguramente, tantas dudas quedarán disipadas. Tal vez, el oficialismo tome nota de que enfrenta un contexto político definitivamente adverso cuando cuente el número de comisiones que seguirá controlando en la Cámara alta. Tal vez, la oposición advierta que, en este tiempo que nos toca vivir, es necesario articular una política que exhiba algo más que enarbolar la regla que dice que “lo importante no es ganar sino hacerlo perder al otro”.

Pero no quedan dudas tras los hechos ocurridos esta semana que nuestro sistema político ha dejado en evidencia otra de las caras de su enorme debilidad. Es precisamente la cara de la mezquindad que autoriza a utilizar cualquier método si es que con ello se pueden lograr los objetivos propuestos.

En la política en general, y en los parlamentos en particular, es cierto que, indefectiblemente, en algún momento los votos cuentan. Pero es cierto, también, que el modo como esos votos son obtenidos indica la fortaleza ética de la política que se esgrime.

Después de todo lo que nos ha tocado vivir a los argentinos, que Carlos Menem se dé el lujo de obstaculizar el funcionamiento del Senado debería agraviarnos. Que en las postrimerías de su vida política Carlos Menem adquiera semejante protagonismo debería hacernos reflexionar sobre cómo es posible que nuestro sistema político facilite semejante estado de cosas. Pero que oficialismo y oposición se disputen su apoyo sólo demuestra la triste vigencia de esa misma decadencia de la que millones de argentinos intentan escapar.

Exhiben furor, desprecio, ira y despecho

Por Pepe Eliaschev

Por donde se lo mire, no tiene vueltas. Lo que dicen y callan es lo que piensan y ya no ocultan. Exhiben furor, desprecio, ira y despecho.


El decisivo miércoles de la ausencia de Carlos Menem del Senado, festejada por los Kirchner como gran triunfo, el siempre hipertenso y agarrotado Miguel Angel Pichetto lo enunció sin pudor desde el canal del Gobierno. Se quejó de una presunta falta de autoestima nacional de políticos, empresarios y periodistas que admiran –dice– lo que sucede en otros países, pero no aprecian lo propio. Pichetto peroraba en la TV gubernamental sin interrupciones ni repreguntas.

En el penoso show nocturno 6, 7, 8 que la televisión “pública” tiene para defender “el modelo”, sólo hay espacio para el Gobierno, el resto no existe. Daniel Filmus y Pichetto se explayaban sin ser importunados, acompañados de otro senador, un fueguino ex ARI conchabado por el oficialismo. “Las instituciones son menos importantes que el cambio social”, decía, impunemente, otro panelista, ufanándose de ser periodista y politólogo, mientras que la única mujer de esa mesa nocturna acusaba con voz metálica a la oposición, a la que tildaba de ser sólo una confesión religiosa.

En ese marco de unanimidad blindada que caracteriza al programa emblema del más obsecuente oficialismo todo terreno, Pichetto denunció la supuesta deficiencia de autoestima que lleva a envidiar lo que, en realidad, abundaría por aquí.

Cuando en Le doy mi palabra le subrayé hace un par de semanas a Ricardo Forster, por Canal 26, ese rasgo totalitario de falta absoluta de pluralismo en la radio y la TV gubernamentales, el intelectual K me replicó, molesto: “¿Cómo decís eso, si una vez en la TV ‘pública’ la invitaron a Sandra Mihanovich para que debata conmigo?”.

Michelle Bachelet fue a la cumbre de Cancún de la semana pasada junto al presidente electo Sebastián Piñera, mientras que hace una quincena el uruguayo José Mujica se presentó en Punta del Este junto a los ex presidentes Sanguinetti y Lacalle para recibir a inversionistas potenciales en Uruguay. Son casos inimaginables en una Argentina abrumada por el monocolor excluyente del kirchnerismo. Para no hablar de los Estados Unidos.

Mientras Cristina Kirchner vive desesperada porque Barack Obama no le concede su soñada entrevista bilateral, y se presenta como logro que Hillary Clinton tal vez la salude en Montevideo, a donde viaja para la asunción de Mujica como presidente, Washington muestra la exacta contracara del pedregoso kirchnerismo argentino.

El jueves, el presidente Obama cruzó caminando la calle que separa la Casa Blanca de la Blair House, una mansión pública usada para recibir a huéspedes oficiales. Allí participó de un foro organizado por él mismo para discutir con la oposición la nueva ley de salud pública, estancada en el Congreso y a la que los gobernantes demócratas han convertido en clave de su gestión.

Obama, el vicepresidente Joe Biden y la presidente de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, se sentaron junto a unos cuarenta legisladores de ambos partidos, en una mesa en forma de o.

El foro, de varias horas, se transmitió en vivo por televisión. Obama no habló desde un atril ni se valió de teleprompter. Ni siquiera abrió con una arenga; se limitó a pedirles a los dos partidos que abandonen sus caballitos de batalla y se involucren en una discusión real y sin libreto previo.

Admitió que el foro tal vez no lograría reducir profundas diferencias filosóficas existentes entre republicanos opositores y demócratas en el poder: “No sé si ese abismo puede franquearse y puede que al final digamos ‘bueno, tenemos algunas honestas discrepancias’, pero me quiero asegurar de que esta discusión sea un debate de verdad y no sólo un intercambio de temas de conversación”, aclaró.

No le fue bien, al cabo, y al terminar el foro se evidenció que Obama y la oposición no habían logrado ponerse de acuerdo. Pero Obama lo intentó. Ambas partes se reconocieron y se legitimaron, como expresiones de un mismo país.

¿Alguien imagina a Néstor o a Cristina Kirchner en un foro con opositores como el organizado por Obama? Obama apostó a la sociedad civil y a que el pueblo norteamericano reconocerá en los demócratas mejores ideas para la cuestionada salud pública de los Estados Unidos. La oposición y el Gobierno se vieron las caras en un maratón cara a cara y a la vista del público.

No es baja autoestima lo que impulsa a muchos argentinos a suspirar de melancolía ante los ejemplos de Bachelet, Mujica y Obama, versus la estólida realidad argentina, con un gobierno visiblemente desinteresado en acordar algo con nadie. Es un impresionante contraste.

Cristina vive obsesionada por ser recibida por Obama o, en su defecto, al menos por Hillary, pero sería sencillamente incapaz de hacer aquí lo que es mera rutina para Bachelet y Mujica, aceptar que existen otras realidades, otras personas, otras ideas.

La patética escapada de los kirchneristas del Senado ratifica que el Gobierno se ha parado en el ring dispuesto a prevalecer como sea. Si no puede superar al adversario por derecha, lo hará como esos boxeadores que cabecean para lastimar o pegan donde está prohibido. Es capaz incluso de arrojar el banquito donde descansan entre rounds. O, de última, colgarse de las sogas del cuadrilátero.

Todo vale, hasta el apoyo indescriptible del hasta ayer “innombrable” Carlos Saúl Menem. El único funcionario que jamás agravió al ex presidente, e incluso le manifestó cariño, es el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, pero Kirchner en cambio hizo cuernos con los dedos y se tocó los testículos ante las cámaras de televisión cuando el Dr. Menem juró como senador nacional en 2007.

Con una Presidenta que zamarrea a Obama (“me decepcionó”) y un oficialismo que deja sin quórum al Senado para evitar quedarse en minoría, con medios estatales convertidos en tribunas cloacales del más pedestre stalinismo, la Argentina exhibe la lúgubre y deprimente imagen de una sociedad vieja, gobernada por gente sistemáticamente enojada.

Los Kirchner incorporaron dentro del creciente mundo de sus enemigos a la Justicia

sábado, 27 de febrero de 2010

Por Nelson Castro

La empatada sesión de la Cámara alta le devolvió protagonismo a Carlos Menem y agrandó la figura de los halcones de ambos bandos.


Eramos pocos y, faltazo mediante, reapareció Menem”, sentenciaba con una sonrisa una voz que habita los pasillos del poder. Y ese faltazo del ahora senador riojano le ha agregado al turbulento escenario político argentino un nuevo ingrediente, propio de relato de realismo mágico del que tanto abunda en nuestra historia.

“Cometimos un grueso error en la forma en cómo manejamos el asunto”, reconocía un legislador de la Unión Cívica Radical que todavía mascullaba bronca por lo sucedido en el Senado en la tarde del miércoles. De hecho, el presidente del partido, Ernesto Sanz, le hizo un severo reproche al titular de la bancada radical, el senador Gerardo Morales, por ese error.

Hay que recordar que, en ocasión de aquella crucial votación en la que se rechazó la Resolución 125 en la Cámara alta, Sanz, que por entonces era jefe del bloque de su partido, trabajó intensamente la presencia de Carlos Menem a través de su fluida relación con su hermano Eduardo. Incluso, hubo una activa participación de Zulemita Menem para asegurar el traslado de su padre, afectado ese día por una fuerte gripe, desde un sanatorio en donde era atendido, hasta el Congreso.


Son momentos de alegría para el ex presidente, quien volvió a tener, por unas horas, el protagonismo que tanto añora. Hombre astuto que no ha perdido sus mañas, una de sus virtudes es la paciencia. Y el miércoles, esa paciencia tuvo su premio al ocupar el primer plano de la escena política, circunstancia que aprovechó para pasarles facturas principalmente a los integrantes del peronismo disidente.

Ahí ni se lo ha tenido en cuenta ni se lo quiere mucho. Es que hay una verdad innegable: nadie que aspire a tener un futuro político próspero quiere aparecer pegado al ex presidente. Su imagen negativa sigue siendo muy alta y su gobierno es considerado un emblema de la corrupción. Claro que para muchos de ellos hay un problema: el de haber sido funcionarios que alabaron fervorosamente aquella gestión.

El abanico es amplio y va desde Néstor Kirchner hasta Daniel Scioli. Néstor Kirchner supo decir que Carlos Menem era el mejor presidente de la historia argentina; Daniel Scioli le obsequiaba los mismos elogios con los que hoy halaga a Néstor Kirchner y mañana, al que venga.

Contra todos ellos y muchos otros, Carlos Menem acumula tirria. Ya ha dicho que va votar contra el kirchnerismo; pero también ha dicho que no es “una cosa sino un ser pensante” (sic) y que reclama tener voz y voto en comisiones clave del Senado. Sabe que, a partir de ahora, la situación de paridad que se vive en la Cámara alta le dará un peso que, hasta aquí, sus pares de bancada del justicialismo disidente le han negado.

Pero lo que pasó el miércoles en el Senado tiene, a su vez, un significado mucho más profundo e inquietante: la imposibilidad de llegar a acuerdos entre oficialistas y opositores. El Gobierno se niega a reconocer la nueva realidad política surgida tras las elecciones del 28 de junio pasado.

Sigue trabajando, pues, con la metodología de la imposición. Una voz del oficialismo, que se sinceraba sobre esto, lo resumió muy bien: “Que nos haya salvado Menem es una paradoja increíble e incómoda. Hemos perdido el dominio del Senado. Sería muy malo que en estos dos años que nos faltan de gobierno reinara la vetocracia”.

Al actuar así, lo único que logra el kirchnerismo es exacerbar a los halcones de la oposición, ávidos por implantar la misma metodología de la imposición de la que ha venido haciendo uso el oficialismo. La orden emanada desde Olivos para que los legisladores del Frente para la Victoria dejaran sin quórum la sesión del Senado dio pasto a los integrantes del peronismo disidente que habían pretendido quedarse con la estratégica presidencia provisional de la Cámara, objetivo que no lograron debido a que, en una actitud atinada, ni el radicalismo ni el socialismo apoyaron esa pretensión. El funcionamiento del Senado pende de un hilo ya que, ante la manifiesta paridad de fuerzas, lograr el quórum habrá de ser un trabajo de orfebre.

Lo que tampoco produjo felicidad fue la reunión del matrimonio presidencial con los empresarios. Antes de ese encuentro, hubo otro entre algunos de esos empresarios y el ministro de Planificación, Julio De Vido. Allí hubo imposiciones del Gobierno: una, que los hombres de negocios aceptaron con renuencia, fue la de no hablar de la inflación; la otra, que rechazaron, no sin algún temor, la de firmar un documento de apoyo al Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad.

Uno de los asistentes a la reunión en Olivos, que suele ser complaciente con el Gobierno, no pudo ocultar su inquietud al confesar que “varios salimos de ahí muy preocupados por la falta de un plan o esquema alternativo de contingencia ante el aumento de los precios que ya existe y que puede dispararse aún más tras la negociación paritaria. Esto no se arregla con los gritos de Néstor Kirchner”.

Esa alusión se refería al deslucido acto organizado el jueves pasado en La Plata, destinado a castigar al intendente de esa ciudad, Pablo Bruera, quien hace rato se alejó de las orillas del kirchnerismo. En su discurso de reaparición tras la operación de su arteria carótida derecha, el ex presidente en funciones abundó en el autoelogio y repartió palos para todos.

Nada nuevo si no fuera por la insistencia en incorporar dentro del creciente mundo de sus enemigos a la Justicia. Esto fue consecuencia de la decisión de la Sala IV de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo de otorgar el recurso de apelación extraordinario ante la Corte Suprema que presentó el Gobierno sobre la prohibición de crear el Fondo del Bicentenario dictaminada tanto por la jueza María José Sarmiento y ratificada por la Sala I del fuero Contencioso Administrativo.

El Gobierno aspiraba a que en simultáneo con el otorgamiento del recurso de apelación, la Cámara dispusiera una medida suspensiva de los fallos anteriores, con lo que el Poder Ejecutivo habría podido hacerse de las reservas del Banco Central mientras corriera el tratamiento del tema en el Congreso. Al respecto de ello, un operador del kirchnerismo en la Justicia precisaba que “esa aspiración gubernamental no tenía ninguna posibilidad de concretarse ya que, habiendo dos fallos adversos al Fondo, hubiera sido un escándalo que la Sala IV hubiese decidido ordenar la suspensión de sus efectos”.

El Fondo del Bicentenario, por el que los Kirchner desesperan, tiene, hoy día, más destino de fracaso que otra cosa.

Así termina febrero, otro mes de oportunidades perdidas en la increíble y paradojal historia de la Argentina, el país del mañana mejor que nunca llega.

Las Consecuencias de un INDEC Manipulado

Por Javier González Fraga

Mucho se ha dicho en estas últimas semanas acerca del costo de mantener un INDEC intervenido por la Secretaría de Comercio, y por lo tanto, carente de toda credibilidad, y capaz de ignorar la verdadera inflación que padecemos los argentinos.


Desde el oficialismo, en voz baja, dicen que se están ahorrando muchos miles de dólares por la menor indexación en los bonos ajustables por inflación. Pero esto no es tan claro. En primer lugar, no debe descartarse que en un futuro cercano una Justicia más independiente revise los cálculos, y decida que se deben tomar otros índices para calcular esos cupones, y aparezca una deuda nueva, como fue con el caso de los jubilados.

Además, al cálculo del “ahorro” (en realidad, estafa) debemos ajustarlo por lo efectivamente abonado y no lo devengado, y restarle lo que el Gobierno tiene en su propio poder de esos bonos. Con esos ajustes, lo que el Gobierno deja de pagar a terceros puede estar en el orden de los US$ 500 millones al año.

Esa cifra es equivalente a lo que el Gobierno ha pagado de más en intereses en estos tres años, por el desprestigio generado por la intervención en el INDEC en enero de 2007.

Se puede comprobar que, en ese enero, el riesgo país de Brasil y el nuestro estaban en el mismo nivel, un poco por debajo de los 200 puntos. Desde entonces, el de la Argentina se incrementó varias veces, y hoy casi cuatriplica al de Brasil. Ese diferencial de tasas de rendimiento de nuestros bonos le ha costado al país pagar mayores intereses cada vez que captaba nueva deuda, y también al sector privado. Por ejemplo, el famoso 15% pagado a Chávez hubiera sido un 10% si la Argentina hubiera mantenido el mismo riesgo país que Brasil, evitando los errores que se cometieron a partir del año 2007.

Pero la cuenta no termina ahí. Al subestimar la inflación se sobreestima el crecimiento económico de los servicios, ya que éstos se calculan en valores monetarios, y se deflactan por el índice oficial. De acuerdo con el mismo INDEC, en el 2008, mientras el PBI de Bienes creció el 2,9%, ¡el de Servicios lo hizo en 8,2%! Y en 2009 la diferencia es aun mayor. Esa sobreestimación del crecimiento en 2008 ha provocado un quebranto para el Estado por el pago del cupón atado al PBI, de varios cientos de millones de dólares.

Consecuentemente, la burla del INDEC ni siquiera ha servido para generarle una renta efectiva, aunque fraudulenta, a este gobierno.

Pero el gran perjuicio es otro.

El daño causado por la intervención en el INDEC es mucho mayor. No sólo significa un atropello a los derechos básicos de las personas, que incluyen el de estar bien informadas, y un tremendo atentado contra los derechos de los trabajadores del organismo, maltratados por la patota interventora. También constituye un enorme limitante a la política económica vigente.

En los últimos veinte años, el mundo ha erradicado la inflación en la mayoría de los países mediante diversas políticas que podrían englobarse, más allá de las diferencias específicas, bajo el nombre de “metas de inflación”.

La lógica básica de este enfoque es la de reducir gradualmente las expectativas de inflación, conduciendo armoniosamente las tasas de incrementos de salarios, de tarifas, y las variables monetarias y cambiarias. Así se ha superado la alternativa ortodoxa o monetarista de frenar bruscamente la inflación con cepos monetarios y/o cambiarios, que generaban recesión, y especialmente mayores costos a los sectores más desprotegidos de la economía.

La Argentina ha sido, lamentablemente, un campo experimental de estas políticas monetaristas desde los años 70 hasta la frustrada experiencia de la convertibilidad, y es una de las explicaciones del brutal incremento de la pobreza y la desigualdad. La otra gran explicación ha sido el mantener niveles de inflación insostenibles.

Pero muchos países han controlado últimamente la inflación sin caer en remedios recesivos, ni tener que someter al pueblo al impuesto inflacionario, como el que hoy están pagando los que viven de ingresos fijos en la Argentina.

Entre estos países podemos citar a Chile, a Perú, a Canadá, a Israel, a Nueva Zelanda y hasta a Inglaterra. Brasil es un caso especial, porque utilizó esta política, pero estableció metas demasiado ambiciosas, que generaron un menor crecimiento durante unos años.

¿Cómo funcionaría esto en la Argentina?

Hoy, en la Argentina, prevalece una expectativa de inflación del 25%, según los últimos sondeos de la Universidad Di Tella. Esto alimenta muy justificados reclamos salariales en ese orden, y provoca y justifica comportamientos empresarios que convalidan esas expectativas.

El Gobierno puede tratar de moderar esa inflación silenciosamente, demorando el ritmo de devaluación, y aceptando una apreciación del peso, y demorando ajustes en las tarifas, pero ninguna de estas medidas será exitosa, ni podrán mantenerse por mucho tiempo.

Y como nadie instrumenta una política antiinflacionaria explícita, los agentes económicos van adaptando su comportamiento a las nuevas expectativas; se quiere ajustar salarios cada tres meses, se acortan los plazos de pago, aumenta la velocidad de circulación del dinero, todo lo cual acelera la inflación.

Y de la inflación en el Gobierno no se habla, porque hacerlo significa admitir que el 9,5% del INDEC es mentira.

Si el INDEC nos dijera la verdad, el ministro de Economía podría plantearse el objetivo de lograr una inflación del 20% en 2010, y una del 15% en 2011. Estos índices podrían lograrse, ya que los desequilibrios fiscales y sus consecuencias monetarias no justifican más inflación, por ahora. Y sobre la base de esos valores se podrían conducir y monitorear las principales variables y precios de la economía, frenando la inflación sin enfriar la economía, y estimulando la inversión

Decir lo que a los Kirchner mejor les viene es a menudo una Misión Imposible

Por Ricardo Roa

No es fácil tener siempre argumentos a mano para defender al Gobierno. Si no que lo diga el ministro del Interior. Ayer Florencio Randazzo afirmó una cosa y la contraria al mismo tiempo. Sobre la inflación: "Hay empresarios irresponsables que aumentan los precios". Y sobre las paritarias: "Vamos a apelar a la responsabilidad que siempre han tenido los trabajadores y los empresarios" .

Hay algo que no cierra. ¿Los empresarios son irresponsables o son responsables? A menos que Randazzo crea que pueden ser las dos cosas a la vez. Y hay otra que tampoco cierra: ¿De qué aumentos de precios habla, si para el Gobierno la inflación anual es de apenas el 8,2%?

Por más empeño que los ministros pongan, decir lo que a los Kirchner mejor les viene es a menudo una misión imposible.

Randazzo debe negar la inflación y criticar a los empresarios por la suba de los precios y elogiarlos para que sean prudentes en las paritarias. Y todo eso después de que el propio Gobierno ya fijó una pauta salarial: el 23,5% que dio a los docentes.

La verdad es que la inflación es fuerte e inocultable. Que el Gobierno no tiene una política para enfrentarla, a menos que se crea que la intervención del INDEC lo es. Y que la pauta del 23,5% no será inocua. La respuesta del kirchnerismo a sus propias contradicciones es la de siempre: no asumir ninguna culpa y descalificar a los otros.

"No les demos bola a los que pronostican el Apocalipsis", canchereó Boudou. ¿Quién dijo que el país está ante un peligro semejante?

Lo que hay, además de la inflación, es un enorme agujero fiscal, un Fondo del Bicentenario en terapia intensiva y un canje de la deuda pinchado. Y un clima de incertidumbre que contamina todo y al que contribuye el Gobierno más que nadie.

La vocación de topadora de Néstor Kirchner

Por Alfredo Leuco

 El patrimonio del matrimonio demuestra que los Kirchner son expertos en inversiones inmobiliarias y colocaciones financieras. Sin embargo por estos días están dedicados a vender humo y comprar tiempo.

Luis Juez denunció que además tienen previsto otro tipo de adquisiciones en el senado. “Salimos de shopping”, le comentaron en los pasillos. No se sabe si disponen de una Banelco (con “ka”) pero si que hay algunos legisladores en oferta. Cada banca vale oro porque puede modificar el resultado final y el control de la cámara.

La oposición no le quiere dar mayoría en ninguna comisión a un oficialismo que, ya se sabe, tiene estómago pragmático y carece de escrúpulos. No se privan de nada para lograr su objetivo. Las presiones han sido feroces. Gobernadores, intendentes y legisladores pueden dar fe en el off the record.

El kirchnerismo impuso condiciones adictivamente humillando propios y ajenos hasta convertirlos en miembros de una escribanía. Hoy no puede hacerlo y sufre cierto síndrome de abstinencia que lo desespera y lo deja al borde de cometer la locura de un hecho de corrupción escandaloso y resonante. Deben correr contra reloj porque tienen plazo hasta el miércoles para persuadir a Carlos Menem de las ventajas de seguir jugando al golf en La Rioja o de pedir licencia. Incluso algunos afiebrados soñaron hasta con canjearle la renuncia por frenar su desfile por tribunales.


El solo hecho de que Carlos Menem tenga la llave del senado es un síntoma de la degradación política a la que se llegó. La extrema polarización produce el regreso de los muertos vivos políticos.
 
Tanta agresión y tiroteo verbal produce fatiga social y carga de inquietud la Asamblea Legislativa del lunes. Es difícil volver del ridículo y de algunas imputaciones. El abuso de los ataques kirchneristas vacía de contenido las palabras y junta a sectores antagónicos como la Sociedad Rural y la Federación Agraria; Reutemman o Binner o Federico Pinedo y Pino Solanas.
 
La vocación de topadora de Néstor Kirchner se lleva por delante los matices que son el ADN de la diversidad y la democracia y acumula enemigos de todos los palos ideológicos.
 
No se trata del viejo gorilismo de la Unión Democrática como muchos intelectuales kirchneristas creen. Es la reacción natural de autodefensa frente a un ataque constante y desmedido que se justifica en lo ideológico ( nosotros somos la patria y el pueblo y ellos la oligarquía y el golpismo) pero que tiene mas que ver con la lógica binaria y autoritaria del matrimonio presidencial.
 
No es mas revolucionario el que cosecha mas enemigos. Solo es mas torpe y menos inteligente. Mas revolucionario es el que conquista el amor de su gente combatiendo la injusticia social. Por eso Bachellet, Tabaré, Mujica y Lula viven en el corazón de su pueblo y Cristina y Néstor navegan por el fondo de la tabla de posiciones en la popularidad.
 
No es tiempo de apostar a la fractura social y a la trinchera que divide. Perón o muerte es un concepto jurásico. Kirchner o muerte es una caricatura.

El salto de calidad que se debe la política

Por Hugo E. Grimaldi


El devenir histórico le ha dado a la oposición legislativa la chance de convertirse en unos días más en el tutor necesario que sustente el desgaste del kirchnerismo, en lo que le queda de mandato a Cristina Fernández.


Habrá que ver, como primer desafío, si los opositores son capaces de canalizar hacia un objetivo común de ideas-fuerza o de políticas de consenso que pueda convertir lo que el senador Luis Juez definió como una Unión Transitoria de Empresas (UTE) armada para asfixiar al kirchnerismo legislativo, en una fuerza coherente y propositiva.

Para lograrlo, y más allá de la sorpresa que le propinó el oficialismo al dejar sin quórum al Senado para evitar entregar la mayoría en todas las comisiones, algo que se reencauzará total o parcialmente la semana próxima con el senador Carlos Menem o sin él, la oposición en su conjunto deberá elegir entre dos caminos casi únicos, lo que condicionará en más o en menos el salto de calidad que se debe la política.

Los opositores deberán decidir si aplastan al oficialismo para no dejarlo levantar nunca jamás o si institucionalmente le ponen la otra mejilla y olvidan todas las trapisondas, incluida esta última en el Senado, que, amparadas en el número legislativo y en la bonanza económica, usó el oficialismo durante los años de la mayoría automática.

En términos políticos, lo que ha ocurrido en el Congreso a partir del pronunciamiento de la ciudadanía, el 28 de junio pasado, es que el que perdió, perdió, pero el que ganó es el que se queda ahora con toda la responsabilidad. Como gran responsable de lo que vendrá, la oposición tendrá a partir de este año la oportunidad de proponer y de llevar adelante una relación de madurez con el Ejecutivo.

En Diputados habrá desde el próximo lunes algo más de holgura, pese al coqueteo a dos puntas que hará el bloque de la centro-izquierda, y en el Senado, aún con 36 presencias, la coalición opositora igual será mayoría, ya que el voto de desempate estará en manos de Julio Cobos.

Justo es decir que, en estos momentos, a los opositores los une una sola postura: la tirria que les causa todo lo que huela a kirchnerismo. A muchos, inclusive, los sustenta el afán de venganza que su proceder de años de llevarse todo por delante les provocó. “Acción y reacción”, definió un connotado senador oficialista para explicar el porqué de ese avance arrollador de la oposición.

Sin embargo, más allá de la natural y lógica lucha por los espacios, hay fundamentos institucionales que deberían seguirse a pie juntillas para evitar caer desde el otro lado en los mismos excesos a los que apeló el kirchnerismo.

Y esto va más allá de las opiniones de cada bloque del Congreso y aún de las personales de diputados y senadores, posturas que seguramente irán variando entre sí, sobre todo a medida que se acerque la compulsa electoral de 2011.

Lo ideal sería que la mayoría opositora de hoy trate de parecerse lo menos posible a la mayoría oficialista de ayer, para buscar así el modo de recrear el diálogo y los consensos, vocablos que el kirchnerismo duro no conoce, pero a los que no se debería renunciar como concepto de madurez política.

Como gran responsable de lo que vendrá, la oposición tendrá a partir de este año la oportunidad de proponer y de llevar adelante una relación de madurez con el Ejecutivo.

Ante el convite a bailar este nuevo tango, la gran enemiga a vencer será la naturaleza omnímoda de los Kirchner, nada propensa a aceptar las nuevas reglas sin chicanas, ni vetos, ni DNU, sobre todo si el matrimonio interpreta que se trata de una rendición.

En ese aspecto, bien vale tomar nota el ánimo belicoso contra los opositores, la prensa y “el partido judicial”, con el que el ex presidente hizo su discurso del miércoles en La Plata, marcando con sus “ellos” y “nosotros” una frontera difícil de perforar, aún para aquéllos que deseen ayudar, más allá de los alineamientos en temas clave, como el Fondo del Bicentenario, que tuvo con la alocución de su esposa ante los empresarios.

Hoy, el oficialismo no quiere que se note, pero objetivamente está más débil. Ya no tiene tanta caja ni el Congreso a favor y sólo resta que algunos archiven también un poco la soberbia.

Los Kirchner según The Economist

viernes, 26 de febrero de 2010

La revista británica The Economist  -Juan José Llach la llamó alguna vez "la Biblia de los negocios"- le dedicó una extensa nota a la Argentina de los Kirchner. El semanario afirma: "Si bien algunas empresas privadas en la Argentina han sufrido acoso o incluso la nacionalización, otros han florecido gracias a los contactos políticos".

Por la trascendencia que tiene The Economist en los dirigentes empresariales de Europa, USA y Asia, resulta importante este texto: Argentina under the Kirchners. Socialism for foes, capitalism for friends


Cuando Néstor Kirchner asumió como presidente de la Argentina en 2003, la economía de su país ya estaba en vías de recuperación después de un colapso repugnante 18 meses antes que habían llevado al default y la devaluación.

Censurando al FMI y las privatizaciones, Kirchner amplió el control del Estado sobre la economía. El aumento de los precios mundiales de los productos agrícolas exportables de la Argentina y la reactivación del gobierno desató un boom económico.

Esto hizo del Sr. Kirchner, un héroe popular, y aseguró la elección de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, como su sucesora en 2007. Ella ha seguido su política. Kirchner el año pasado fue elegido como diputado, pero de acuerdo a los ex funcionarios todavía toma muchas decisiones ejecutivas.


Disfrutando del dominio político casi total, la primera pareja de la Argentina aplastó de un manotazo a los críticos que los acusan de todo: desde el enriquecimiento ilícito hasta de destrozar las instituciones. Ellos todavía están intentando hacerlo.

La Sra. Fernández acusa con frecuencia a los principales periódicos de la Argentina de inventar historias para desacreditar a su gobierno. Pero cada vez es más difícil. Resultado de la recesión mundial, la creciente inflación y una serie de errores políticos, su índice de aprobación en las encuestas de opinión ha caído al 20%. Después de perder una mayoría en las elecciones parlamentarias del año pasado, el gobierno está a punto, también, de perder el control de los comités clave del Congreso.

Sin embargo, esto no se trata de una caída del tipo familiar a la de otras democracias con largos períodos de gobierno. Cuatro de los secretarios privados del Presidente están siendo investigados por enriquecerse ilegalmente. Dos, Julio Daniel Álvarez y Fabián Gutiérrez, renunciaron recientemente.

Mientras tanto, el señor Kirchner ha sido criticado por una operación en octubre de 2008 en la que transformaron pesos en US$ 2 millones, poco antes de que el valor de la moneda local se redujo significativamente. Él dice que esto fue para comprar una participación en una compañía hotelera que se cotiza en dólares, e insiste en que no era especular contra el peso. Sin embargo, los Kirchner admiten que su riqueza personal se ha incrementado dramáticamente, mientras que han estado en la gestión pública.

"Gobernabilidad", dijo Kirchner en su toma de posesión en 2003, "no puede ser sinónimo de impunidad ... acuerdos oscuros, la manipulación política de las instituciones o pactos espurios a espaldas de la sociedad." En el poder, los Kirchner han desmentido con frecuencia esas bellas palabras.

Ellos han intimidado las instituciones a su paso, desde el Poder Judicial al Banco Central. Han utilizado el poder del Estado para acosar a los grupos que ven como hostiles, desde los agricultores a las empresas de servicios públicos. Mientras tanto, algunos de sus aliados han prosperado.

The Santa Cruz connection

Ambos Kirchner son el ala izquierda del movimiento peronista dominante. Ambos afirman haber sido activos en la resistencia al gobierno militar de Argentina. El Sr. Kirchner, hijo de padres provenientes de Suiza y Croacia, forjó su carrera política en su provincia natal de Santa Cruz, en la lejana Patagonia. Fue su gobernador desde 1991 hasta que se mudó a la Casa Rosada, el palacio presidencial.

Rafael Flores, un ex diputado peronista que representó a la provincia durante 12 años, dice que Kirchner transfirió su forma de operar y su filosofía económica de la provincia a la escena nacional. "En Santa Cruz", dice Flores, "Kirchner se comportó de todas las formas que se conocieron cuando creció en el país: manipulación, presión de los alcaldes, persecución de la gente que no está de acuerdo con él"

Kirchner casi no habla con la prensa. Durante su Presidencia no dio conferencias de prensa. Ni él ni la Sra. Fernández ha respondido a las peticiones de The Economist para las entrevistas. Así que no tenemos la respuesta a tales críticas.

Santa Cruz es remota y escasamente poblada, pero rica en petróleo y gas. Como gobernador, Kirchner aplicó ingresos por hidrocarburos a crear puestos del sector público y proyectos de infraestructura. Compañías de petróleo y de gas necesitaba la aprobación de su gobierno para obtener contratos de exploración.

Los Kirchner desarrollaron una estrecha red de amigos de confianza en Santa Cruz, varios de los cuales les siguieron a Buenos Aires (donde eran conocidos como "los pingüinos"). Hermana del señor Kirchner, Alicia, es la ministro de Desarrollo Social.

Otro asesor de Santa Cruz es Julio De Vido, un arquitecto que fue presentado a los Kirchner en la década de 1980. Él se desempeñó como ministro de Economía de la provincia cuando Kirchner era gobernador. Desde 2003 ha sido ministro de Planificación de la Argentina, a cargo de un vasto imperio burocrático que abarca las obras públicas, el transporte, las comunicaciones, la energía y la minería. Kirchner también nombró a la esposa del Sr. De Vido, en un alto cargo en la agencia de auditoría interna del gobierno.

El gobierno del presidente Kirchner es recordado por algo más: el misterio que rodea a unos US$ 600 millones en activos financieros pertenecientes a la provincia. (Un ex funcionario de un gobierno nacional anterior, que ha investigado el asunto, considera que la cifra real se acercaba a US$ 1.000 millones.)

En 1999 la provincia vendió, con un gran beneficio, las acciones de YPF, la privatizada compañía petrolera nacional, que había recibido en 1993, en pago de regalías no pagadas. Depositó el producto en el extranjero. El gobierno provincial dijo que los intereses (la renta) se invirtió en obras públicas. Los opositores a los Kirchner en Santa Cruz aceptan que parte de ese dinero ha regresado a la provincia. Kirchner nunca ha explicado qué sucedió con el resto.

Pingüinos en Buenos Aires

Al convertirse en el Presidente, Kirchner entabló amistad con Hugo Chávez, pero el enfoque de la primera pareja argentina sobre el sector privado ha sido un poco más sutil que el de su homólogo venezolano. Se ha nacionalizado, pero con moderación. El gobierno se hizo cargo de la compañía aérea nacional con problemas y del sistema privado de pensiones, y también creó varias empresas del Estado. Mientras tanto, algunas empresas privadas se han enfrentado a la regulación, hasta el punto de acoso.

Los Kirchner mantienen una ley de emergencia económica que, entre otras cosas, permite al gobierno cambiar los contratos en virtud del cual los servicios públicos privatizados prestan servicios. Fue aprobada como medida provisional, después de la devaluación del peso en 2002.

Reguladores, que anteriormente eran independientes, se han convertido en 'sellos de goma'. Ahora es el gobierno quien fija los precios de los servicios públicos. El método implica, a menudo, llamadas de teléfono desde las oficinas del Sr. De Vido o Guillermo Moreno, el secretario de Comercio.

La congelación del precio de venta del gas natural ha desalentado la inversión en exploración. El precio de la carne de vacuno recibió un elevado impuesto a la exportación, alentando a los productores a vender en el mercado interno. Ahora los 'farmers' están en condiciones de exportar sólo a voluntad del gobierno.

A pesar de estos controles de precios, tanto formales como informales, la Argentina sufre de una alta inflación. En 2007, el Sr. Moreno, cambió la metodología de medición del índice de precios al consumidor del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Esto tuvo el efecto de mantener la cifra oficial de inflación en un solo dígito. Estimaciones privadas son mucho más elevadas.

La credibilidad de las cifras oficiales recibió un golpe más cuando este mes, los dirigentes sindicales simpatizantes de los Kirchner pidieron aumentos salariales del 25% para compensar la inflación. La inflación oficial más baja le permitió al gobierno realizar un ahorro neto en el pago de beneficios de sus bonos vinculados a la inflación por US$ 1.700, según un ex funcionario de finanzas.

El gobierno también se involucra en los negocios privados que deberían estar más allá de sus competencias. Se destacan dos ejemplos. La primera consiste en Shell, que, en 2004, había hablado con la brasileña Petrobras sobre la venta de sus activos en la Argentina y Brasil. La compañía cambió su enfoque, después que se 'filtraron' los detalles de sus conversaciones. Poco después, elevó los precios en sus estaciones de servicio en la Argentina.

En respuesta, el Sr. Kirchner instó a los argentinos a no comprar "ni siquiera una lata de aceite" de la compañía. La oficina del Sr. Moreno multó a Shell 23 veces en 2006 por desabastecer el mercado. Según Juan José Aranguren, jefe de la compañía en la Argentina, Shell estaba proporcionando un 8% más de combustible que el año anterior, un incremento mayor que el promedio del mercado.

El Sr. Aranguren enfrentó 57 órdenes de detención en 2007, una vez más por supuesto desabastecimiento del mercado, cada vez con una pena de prisión de entre 6 meses y 4 años. Todo esos requerimientos están todavía en los tribunales. Acto seguido, el gobierno ordenó a Shell cerrar una refinería, por presuntas violaciónes del medio ambiente, permitiendo que se volviera a abrir sin explicación 5 días después. Al mismo tiempo, otras personas en la administración estaban ofreciendo a Shell oportunidades de vender sus activos en la Argentina, dice el Sr. Aranguren.

El 2do. ejemplo de la interferencia del gobierno consiste en el Grupo Clarín, el más poderoso entre los medios de comunicación de la Argentina. En septiembre del año pasado, 200 inspectores fiscales acudieron a las oficinas del grupo. Nadie parecía saber a qué los habían enviado.

El jefe de la agencia tributaria negó la orden de inspección. El gobierno acusó a sus adversarios de haber organizado la redada para desprestigiarlo. El diario del grupo, Clarín, y sus canales de televisión han sido feroces críticos del gobierno de Cristina Fernández. Los inspectores fiscales llegaron cuando el Congreso se preparaba a debatir una nueva ley de medios de comunicación que obligará a Clarín a vender muchos de sus activos en radio y televisión.

Es un argumento para la regulación de la propiedad de los medios en la Argentina, y el dominio del mercado que tiene Clarín sería considerado inaceptable en algunos países. Pero el efecto principal de la nueva ley es el debilitamiento en los medios de comunicación de los principales opositores del Presidente. A ese golpe contra el Grupo Clarín le siguió otro: En agosto, la Confederación del Fútbol Argentino rompió un contrato con Clarín para la transmisión de partidos en directo de la liga, y firmó uno nuevo con el canal estatal. Clarín afirma que Kirchner estuvo detrás del diferendo.

La lucha por los fondos previsionales

El control estatal del sector privado de la Argentina se ha estrechado aún más desde la nacionalización de los fondos de pensiones privados en diciembre de 2008. Debido a que los fondos tenían participaciones accionarias en muchas de las compañías de la Argentina, el gobierno, a través de la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSeS), tiene ahora el derecho de nombrar a los directores de las juntas directivas de esas empresas, una prerrogativa que ha ejercido mediante la colocación de los directores en alrededor de 20 empresas.

La ANSeS realiza otra función, también. Con la desaceleración de la economía, antes de las elecciones al Congreso, en junio de 2009, la Sra. Fernández intensificó el gasto en obras públicas y subsidios a los desempleados, tratando el sistema de pensiones como una alcancía. Los economistas locales estiman que las cuentas del gobierno central, el año pasado entraron en números rojos en 2009, por primera vez desde 2002. El sistema de pensiones es uno de sus principales acreedores.

El Banco Central, que en teoría es independiente, también ha sufrido un control directo de la Presidente. En diciembre, el gobierno lanzó la idea de crear un "Fondo Bicentenario", con el objetivo de utilizar las reservas de divisas para pagar a un grupo de tenedores extranjeros de bonos que rechazaron una reestructuración de deuda en 2005, restaurando así el acceso del gobierno a los mercados financieros internacionales.

Martín Redrado, gobernador del banco, objetó, argumentando que en una economía como la Argentina, mucha gente piensa en dólares a causa de la hiperinflación pasado, las reservas fueron un importante colchón contra las fluctuaciones en los mercados de divisas. También fue anunciado que la transferencia de reservas puede hacer que los fondos del Banco Central depositados en el extranjero resulten vulnerables a los reclamos de los acreedores.

Frustrada por el Sr. Redrado, la Sra. Fernández decidió despedirlo. El Sr. Redrado golpeado en los talones, insistió que sólo el Congreso podía destituir. Un juez que falló a favor del Sr. Redrado en la disputa, María José Sarmiento, fue buscada por la policía en su domicilio el 9 de enero. Si eso es demasiado sutil, el jefe del Gabinete de Ministros, Aníbal Fernández (quien no está relacionado con la Presidente), dijo a los periodistas que el juez estaba siendo vigilado en cada intervención. Finalmente, el Presidente se salió con la suya y el Sr. Redrado fue sustituido por una figura más flexible.

No todo el mundo es tratado con tanta dureza. De hecho, hay algunos empresarios que gozan de buenas relaciones con los Kirchner en los últimos años. Son conocidos en la Argentina como 'empresarios K'. Uno de ellos es Lázaro Báez, cuya empresa, Austral Construcciones, comenzó su vida como un pequeño fabricante de Santa Cruz y desde entonces se ha diversificado en la exploración de petróleo y la agricultura. Gran parte de los negocios de la compañía ha estado en proyectos de obras públicas en Santa Cruz. El Sr. Báez también se adjudicó los derechos de exploración de petróleo en Santa Cruz.

Shell se opone a cooperar

La empresa del Sr. Báez, Epsur, que junto con Enarsa, una empresa estatal, se ofreció a comprar los activos de Shell en la Argentina en 2007. Él describió su relación con Néstor Kirchner como una de "amor platónico". Su relación se remonta a la década de 1990, cuando el Sr. Báez trabajó como gerente en el Banco de Santa Cruz, un banco privatizado por Kirchner cuando era gobernador.

Otro amigo es Cristóbal López, quien controla una empresa llamada Casino Club y opera casinos y salas de juego en toda la Argentina, entre ellos uno en el hipódromo de Palermo. Poco antes de abandonar su cargo de Presidente, el Sr. Kirchner emitió un decreto que prorroga de licencia al Sr. López para ejecutar las máquinas tragamonedas en el hipódromo hasta el 2032 y aumentar su número en un 50%.

Enrique Eskenazi, un grande del sector privado y accionista de control en el Banco de Santa Cruz, sostiene que la política y los negocios están tan estrechamente vinculados en la Argentina porque el país carece de las instituciones que deben separar.

En 2007 su compañía, el Grupo Petersen, compró una participación del 14,9% en Repsol YPF de España, que quería un socio local bien conectado, por su problemas en su inversión. Tan interesado estaba Repsol en conseguir que el Sr. Eskenazi subiera a bordo que le prestó más de US$ 1.000 millones para que comprara su porción.

Él rechaza cualquier sugerencia de que el éxito de Grupo Petersen derive de sus conexiones políticas. "Bajo la presidencia de Alfonsín, la gente nos ha llamado alfonsinistas, bajo la presidencia de Menem, nos llamaron menemistas. Bajo los Kirchner, nosotros somos kirchneristas. Estamos acostumbrados a ello". En la Argentina, dice, cualquier éxito es visto como sospechoso, a menos que se gane en el campo de fútbol.

Tal vez sea así. Pero los Kirchner han dejado a su país con instituciones más débiles, una economía en la que el Estado desempeña un papel mucho más importante y en el que los contactos políticos a menudo parecen hacer la diferencia entre el éxito y el fracaso.

El Sr. Kirchner ha insinuado que se postulará para Presidente en 2011 otra vez. Para entonces, los argentinos pueden querer verlo irse.

DNU: Dos preguntas más

Por Jorge Horacio Gentile (*)

Los decretos de necesidad y urgencia (DNU) Nº 2.010/2009, que destina reservas del Banco Central al Fondo del Bicentenario y, en consecuencia, libera recursos del presupuesto para cubrir gasto público, y el Nº 18/2010, que remueve al presidente de ese banco, Martín Pérez Redrado, dictados por el Poder Ejecutivo, además de no haber justificado ni la "necesidad" ni la "urgencia", que el decreto de remoción no contó con el consejo de la comisión del Congreso y que no se dio oportunidad de defensa a Redrado por el delito que se le atribuye, plantean dos interrogantes que merecen adecuadas respuestas: 1) ¿Puede el PE dictar leyes (DNU), cuando el Congreso está en receso? y 2) ¿Dónde, cuándo y quiénes asistieron al "acuerdo general de ministros" que los decidió?


1. El Congreso es quien sanciona leyes, pero, "cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes" (art. 99, 3 CN), puede hacerlo el Poder Ejecutivo mediante DNU. Por lo tanto, si el Congreso está en receso, y, por ello, no puede dictar leyes, tampoco puede hacerlo el Poder Ejecutivo, quien puede hacer cesar el receso convocando a sesiones extraordinarias (art. 63 CN).

Negarse a hacerlo es también impedir que se cumpla aquella otra exigencia de la ley fundamental, después de dictado el DNU, de que, elevado al plenario del Congreso el dictamen de la comisión bicameral permanente (que controla la validez de los mismos), "de inmediato" deba ser considerado por "las Cámaras" (art. 99, 3 CN), luego de que el jefe de gabinete de ministros lo someta a dicha comisión dentro de los diez días, y esta lo despache en igual tiempo.

Este es el segundo año parlamentario en que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se niega a convocar a sesiones extraordinarias, lo que demuestra que no hay necesidad ni urgencia para dictar ley alguna. El reciente requerimiento del consejo de la comisión parlamentaria es un reconocimiento de la omisión incurrida en el decreto No. 18.

Conclusión: con el Congreso en receso, el Poder Ejecutivo no puede dictar DNU.

2. Los DNU "serán decididos (por el presidente de la Nación) en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos, conjuntamente con el jefe de gabinete" (art. 99, 3 y 100, 13 CN). Por lo que es indispensable el "acuerdo general de ministros", que se resuelve en una reunión de gabinete (la que debe "coordinar, preparar y convocar" el jefe de gabinete (art. 100, 5 CN), lo que hace mucho no tenemos noticias que ocurra.

Además, el DNU debe ser firmado por el presidente y por los ministros, pero ello no suple la necesaria reunión de gabinete para que estos discutan y lleguen a un "acuerdo" con el presidente, lo que reemplaza el debate en el Congreso que, por las razones de "urgencia", no pudo hacerse.

En estos dos casos, hubo refrendo, pero no tenemos información de que haya habido reunión de gabinete, y, por tanto, tampoco pudo haber "acuerdo general de ministros".

Pruebas al canto: en la página web del ministerio de Salud, se informó que el titular de la cartera, Juan Manzur, (quien firma el DNU que remueve a Redrado) estuvo en Misiones (Puerto Iguazú) y Chaco, entre el 6 y el 8 de enero, y el DNU que refrendó tiene fecha 7 de ese mes, día en que el ministro visitó el hospital "Dr. Enrique De Llamas", en Charata, junto con el gobernador del Chaco.

La prensa informó que el ministro del Interior, Florencio Randazzo, estaba en Valeria del Mar, mientras que los de Trabajo, Carlos Tomada, y de Defensa, Nilda Garré estaban en Pinamar. Los tres suscribieron, también, el DNU.

Si hubiera habido reunión de gabinete, ¿adónde fue? ¿En la Casa Rosada, en Olivos, en Charata, en Valeria del Mar o en Pinamar?, y otra duda: ¿Cuándo y adónde firmaron los ministros el DNU refrendando y legalizando la de la presidenta?

Conclusión: Pudo haber refrendo, pero se omitió el "acuerdo general de ministros".

Estos dos interrogantes ponen aun más en duda la plena vigencia del estado de derecho y dañan la siempre anhelada calidad institucional.


(*) Jorge Horacio Gentile es profesor de derecho constitucional de las universidades Nacional y Católica de Córdoba y fue diputado de la Nación.